Antonio-Pedro Tejera Reyes
juguetes del viento son,
las ilusiones perdidas,
son hojas ¡ay! desprendidas,
del árbol de corazón,”
José de Espronceda.
Buscando en el baúl de los
recuerdos, son muchas las utopías que llenan nuestra mente, cargada durante
muchos años de las más ambiciosas ilusiones, sin querer reparar que el
escenario en que nos movíamos, ni era el más propicio para nuestros proyectos,
ni el más adecuado para desarrollarlos, dada la escasa capacidad y conocimiento
de la mayoría de sus actores.
Una y otra vez, nuestros esfuerzos llegaban a
la cúspide con sus más evidentes pruebas, para estrellarse al final ante la
marea interminable de la corrupción que hoy tiene azotado a todo el mundo. Así
nuestras más ejemplares obras morían cegadas por la avaricia, es
desconocimiento, la falta de honestidad, honradez, y ese pecado capital que es
la envidia.
Indudablemente en este capítulo de nuestra
vida que estamos viviendo, el panorama del entorno en que estamos situados no
ofrece las mínimas garantías para el éxito de las más necesarias acciones que
generen los resultados positivos óptimos para que las generaciones futuras,
puedan disfrutar de una calidad de vida, y unos sustentos apropiados, acordes
con un mundo mejor.
Y es que, como decimos, los entes del mal y de
la corrupción, están arraigados de tal forma en la sociedad en la que vivimos,
que todo lo que no sea productivo para el capital y para la gloria de sus
dirigentes políticos, no tiene la menor garantía de éxito, e incluso de
supervivencia. Es lo que tenemos, nos guste o no nos guste. ¿Lo discutimos?
Con la más profunda desilusión, hemos
comprobado siendo auténticos testigos presenciales, como se destrozan sin
misericordia, todos los días del año, las señas de identidad de los pueblos,
sus vestigios históricos, empresas del más puro sentido progresista, y todo
cuanto no esté dominado por el poder constituido legalmente, si bien por medios
ortodoxos, o no ortodoxos.
El atropello y la injusticia social parece ser
una constante en esta generación, donde de verdad es una auténtica utopía pensar
en desarrollar acciones tendentes a conseguir arraigar la cultura de paz en la
población, sin pagar el tributo necesario a sus dirigentes, llámense políticos,
empresariales o sociales. Pruebas evidentes las tenemos en nuestro particular
archivo, sin necesidad de recurrir a las acciones diarias que ilustran este
comentario.
Ya no vivimos en un estado de incertidumbre.
Tenemos elementos y experiencias suficientes para catalogar la realidad en que
estamos situados. Un mundo difícil y complicado donde progresar sin pagar
tributos a quienes nos dominan, entra de lleno en el terreno de la mencionada
utopía.
Buscamos entonces, el refugio en ese baúl de
los recuerdos que nos llevan a lo que pudo ser y no fue, precisamente por no
aceptar la participación en este mundo corrupto donde todo está condicionado a
las realidades que comentamos en estas pocas líneas.
Las “hojas desprendidas del árbol de corazón”
están ahí. En estas simples y sencillas consideraciones, cuyos matices y
virtualidad dejamos en al aire para que el viento las lleve hacia donde quiera
llevarlas, con todas sus cargas de esa realidad evidente que soportamos – sí,
soportamos – con la experiencia que los años y la vida nos han dado, viendo cómo
se han destrozado nuestras más grandes obras, lo que nos ha curtido frente al
atropello, la deshonestidad, la infidelidad, la ingratitud… la envidia… el
sabor amargo de la injusticia, que diría Dilma Roussef…
Seguimos: es la máxima de
nuestra vida. Agua pasada no mueve molino…
Nunca será tarde para luchar por tus sueños…
“Servir es mi ocupación” Rotary Internacional.
* Del Grupo de Expertos de la
Organización Mundial del Turismo. UNTWO.
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