Teresa González
Rodeadas de arbustos,
zarza, salvajismo, trampas…
las araucarias respiran
el aire que no baja,
sonríen al éxtasis
que se oculta en las estrellas,
se enamoran de los pájaros
retozando en el arco íris de sus ojos;
abajo,
el aire apesta a hiena,
carroña y tempestad;
abajo,
está el infierno
que las sonrientes araucarias
eligen recusar.
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