Lorenzo de Ara
Qué absurdo. Qué obcecada manía la de picotear en la madera
del árbol de la vida. Ahora resulta que, si el bipartidismo no está muerto, esa
realidad es mala para la democracia, mala para España y, claro está, para
Ciudadanos también. Que resulte nociva para Podemos es una bendición,
naturalmente.
Yo aplaudo sin embargo el entendimiento, acercamiento,
disposición al diálogo y al acuerdo entre el PP y el PSOE. Aliviado pues porque
se deja atrás la etapa cainita sufrida en una democracia que ha dado una imagen
al mundo muy lastimosa.
Cuantos más acuerdos se firmen entre los dos grandes
partidos, mucho mejor para todos.
Si Ciudadanos quiere de verdad afianzarse y no pasar por
la historia política nacional como una
breve experiencia casi de laboratorio, tendrá que dar pasos más valientes. Ser
operativo y no únicamente decorativo.
A los opinantes que hoy se alarman porque PP y PSOE piensen
en España y en la salvaguarda del bipartidismo democrático, hay que decirles
algo muy simple de entender: por ese camino, no es que pierdan lectores, es que
se convierten en el hazmerreír de la tribu.
Muchos medios, muchos periodistas, muchos enjuiciadores de
tres al cuarto han visto la posibilidad de crecer y ganar dinerito fácil con la
llegada de la política basura. Pero si en verdad se consolida de nuevo en
España la gran política, o sea, el entendimiento clave en asuntos de Estado, lo
que tenemos que hacer es alegrarnos y respirar tranquilos. Dejar la democracia
representativa en manos de minorías violentas es, sí, un suicidio, pero también
un crimen. PP y PSOE son responsables del surgimiento de opciones gangrenosas
que hoy tienen el apoyo de millones de españoles. Hablo por ejemplo de Podemos.
El mal, pues, ya está hecho. Pero si el presente trae consigo la recuperación
del sentido común, bienvenido sea ese presente.
Recuperar al PSOE del radicalismo no es un asunto menor para
España. Como no sería baladí impedir la desaparición repentina de Ciudadanos de
la escena nacional. El partido de Rivera por lo menos garantizaría que los dos
grandes protagonistas de la escena política española no tuvieran siempre que
desnudarse y prostituirse ante nacionalismos excluyentes. El centro debería
consolidarse. Sin embargo, el bipartidismo tan denostado y machacado no estaba
muerto, y de eso me alegro.
Al final va a resultar que en esta Europa convulsa, España
puede colocarse como un referente de la política rigurosa, pragmática, social y
democrática. Las buenas relaciones PP-PSOE no dañan la salud de la democracia.
Al contrario.
Que medios y plumillas de la extrema izquierda, o viejos
carcamales del periodismo parasitario también de esa izquierda anquilosada y
ruin, deseen el fango para hacer su trabajo y tener algo de éxito, es otra
cosa.
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