José Peraza Hernández
Homenaje
en líneas
En
el barrio de La Vera, en el norteño valle de Tenerife, perteneciente a la
ciudad turística de Puerto de la Cruz, se celebran fiestas desde tiempos
antiguos. Primero en honor al Santo Madero y, más tarde, dedicadas a Nuestra
Señora la Virgen de Candelaria, patrona que sigue siendo hoy el corazón de las
celebraciones.
Las primeras fiestas documentadas en La Vera se celebraron en 1940, en la capilla de la Cruz del Rayo, situada en la carretera general Santa Cruz–Buenavista del Norte. Cada 3 de mayo, Día de la Cruz, todo el barrio se volcaba en su preparación. La carretera se adornaba con enrames de plumas forradas con hojas de palmera, coronadas por banderas en sus puntas. De cada pluma colgaban papelillos de vivos colores, formando banderines que unían extremo con extremo, creando un ambiente festivo y luminoso. La Cruz, por su parte, era engalanada con flores, siempre con gran esmero y cariño.
Los
vecinos levantaban ventorrillos improvisados con bidones de aceite vacíos
llenos de piedras, tablones de madera y sacos que delimitaban el espacio. Allí
se asaban pinchitos, se servía carne, pan y vino, y no faltaba la música que
sonaba por altavoces acoplados a las enramadas. Grupos de amigos se reunían
para cantar y tocar la guitarra, mientras vecinos y transeúntes disfrutaban del
ambiente. Estas fiestas se celebraron hasta 1959, cuando tuvieron que
suspenderse debido al aumento del tráfico rodado en la carretera.
En
los años siguientes, también otros lugares cercanos comenzaron a celebrar la
fiesta del Santo Madero cada 3 de mayo: La Higuerita (desde 1952), La Cruz del
Risco, La Casa Azul y Calle Nueva.
Aunque
el templo se inauguró, las obras continuaron varios años más, sostenidas por
rifas y aportaciones vecinales. Todo el barrio colaboró hasta verlo terminado.
Hoy, al mirar atrás, queda claro que aquellas generaciones dejaron un legado imborrable. Es justo reconocer a todas las personas que, con trabajo, fe y entusiasmo, hicieron posible estas fiestas, desde los primeros presidentes hasta quienes ya no están entre nosotros, pero permanecen en la memoria colectiva.
Tampoco se puede olvidar a la juventud que, junto al párroco don Pedro González Mesa y don Esteban Fariña Yanes, trabajaron incansablemente en la organización de las fiestas y en la vida parroquial. De ese esfuerzo nació el “Club Nueva Fuerza”, fundado el 1 de octubre de 1972. Aquellos jóvenes formaban una auténtica familia: crearon un coro que no solo cantaba en la iglesia, sino también en pueblos vecinos; realizaron obras de teatro, organizaron actividades en las fiestas patronales y hasta formaron su propia rondalla. En Carnaval, su comparsa “Los Chacareros” participaba en certámenes y aparecían en algunos artículo en la prensa local gracias al maestro y periodista don Benjamín Afonso Padrón.
Fueron
años difíciles, pero llenos de entrega, creatividad y unión vecinal. Aquellos
muchachos y muchachas trabajaron por el barrio, por la iglesia y por sus
tradiciones, dejando huellas imborrables que aún hoy se recuerdan.
Tengo
que decir que, merecen ser reconocerlos con estas líneas, antes de seguir
trabajando por el nuevo libros, sobre “Las primeras fiesta y sus gente”. He
creído y he decidido, homenajear a todos en general, por ese buen hacer. Cosa
que, a mí entender se lo tienen más que merecido. Como dice el refrán: “nunca
es tarde si la dicha es buena”.
¡Mis felicitaciones a todos ellos por ese buen hacer!
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