Salvador García
Llanos
Diecinueve obras
integran Acervo, una exposición retrospectiva de los fondos pictóricos del
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), programada en los actos
conmemorativos del Día de la Hispanidad (12 de octubre) que anoche culminaban
en el Castillo San Felipe con la performance del escritor grancanario Alexis
Ravelo y del músico portuense Ismael Perera en torno a “Los crímenes de Agustín
Espinosa”, otra contribución, por cierto, al Día de las Letras Canarias,
declarado en su momento por el Gobierno autónomo (¿Hay alguna entidad que haya
hecho más en este año espinosiano?).
La apertura de
Acervo sirivió para reivindicar, por enésima vez, una sede apropiada que
albergue la riquísima pinacoteca del IEHC. Tanto Ruth Pérez, comisaria de la
exposición, que intervino con un video, como el profesor Nicolás Rodríguez
Munzenmaier, directivo y ex presidente de la entidad, valoraron la importancia
de los testimonios artísticos y las expresiones de los autores que han
proyectado su obra y a los que se pedía un cuadro o una escultura a la
terminación.
Son la historia
misma del Instituto, rescatada parcialmente cuando programan estas exposiciones
y reveladora de la necesidad de contar con un espacio apropiado para apreciar
su inmenso valor. Rodríguez no se ha cansado de pedir esa sede y cuando pondera
los esfuerzos hechos para la conservación y clasificación de esos recursos,
propiedad del IEHC, no puede por menos que seguir aguardando con esperanza los
resultados de gestiones encaminadas a disponer, por fin, de un recinto museal o
similar que acoja esa historia y dignifique la aportación de tantos autores
locales, canarios, españoles y extranjeros que han dejado su firma en la
entidad portuense.
Imposible destacar
un cuadro sobre los demás en esta colección. Desde la Acuarela, de Jesús Ortiz
(1961) a La mujer de Lot, de Jesús Torres (2012), pasando por una de autor no
identificado, obras de distintos estilos y distintas técnicas permiten contemplar
una atrayente serie pictórica. La siempreviva de Capablanca, de Antonio
Rodríguez (2015); Carnaval, de Francisco Oliver (1979); La casa de la Aduana,
de Manuel Sánchez Rodríguez (2018); Hossein Ghavanedy (2016), Francisco Borges
Salas (2016), José Darias (1995), Jesús Dorta (1997); Chío, de Lambert van
Bommel (2014); Alexei Dvorak (2006),; Jardines del mar, de Rufina Santana
(2003); Muchacha con talla, de José Morales Clavijo (1962); Jacques Tiercelier
(1972), Composición, de Heide Poetzl (1968); Paisaje, de Eduardo Pérez
(1977); Mandylow, de Tomás Estévez López
(2008) y Rocae, de María Rosario Campos
(1961).
Rodríguez apuntó
que pudo haberse editado un díptico con la referencia catalogada de la selección
y la comisaria, Ruth Pérez Ruiz, confesaba que, pese a traspasar diariamente la
puerta del Instituto, “no tenía ni idea de lo que se guardaba dentro”. Y fue
aquí donde conoció el legado artístico y cultural que sus fondos ofrecían,
“verdaderas obras de arte con las que te encuentras un día inventariando y
piensas: ¿cuánto hará que esta pieza no la disfruta nadie; qué bonito, ¿quién
será el autor?, cuando lo pintaron, yo aún ni había nacido”.
Pérez Ruiz admite
que todas esas sensaciones hicieron que un día se planteara “generar una
muestra poniendo en diálogo las diferentes obras que aquí se encuentran, los
diferentes autores, técnicas, tamaños, soportes y fechas, una amalgama que he
querido cohesionar por medio de un concepto para darles cabida en esta
exposición”.
Es el Acervo, la historia viva de la
institución.
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