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viernes, 11 de octubre de 2019

QUITA TÚ PARA PONERME YO


Pedro Ángel González Delgado

Cuando se oye a un político, principalmente de izquierda, prometer hasta dentista gratis para la población, uno tiende a creer que, al menos, tiene un proyecto propio para la ciudad que soñaba dirigir más allá de cambiarle el nombre a las áreas y concejalías del gobierno para que parezcan más cercanas a la ciudadanía y crear políticas de clientela para contentar a los suyos. Parecía difícil imaginarse que la política a realizar se limitaría a la comunicación mediante noticias de actuaciones de trámites ordinarios de proyectos del mandato anterior, como si fuera algo extraordinario y de nueva creación por este gobierno vacío que, hace ya algo más de cuatro meses, prometía prácticamente el cielo a los ciudadanos. Sólo así se explica que en la ciudad turística del Puerto de la Cruz, un proyecto de renovación del Gran Hotel Taoro que fue firmado por el anterior alcalde Lope Afonso, se presente como si hubiera surgido por arte de magia de quien en la actualidad mal dirige los destinos del municipio. Únicamente de esa manera podríamos encontrar explicación al hecho que la cesión de los terrenos de la piscina municipal al Cabildo Insular de Tenerife se hubiera realizado el 10 de mayo y, ahora, nos encontremos con una foto, siempre la foto, paseando por la piscina municipal en el mismo estado, pero con el titular de prensa de haber realizado lo que ya estaba hecho. Justamente, de esta suerte es como se puede interpretar el hecho del anuncio de una oferta de empleo público como algo novedoso, con la creación de nuevas plazas de policía local, cuando viene firmado desde el mandato anterior. Es que hasta para el asfaltado de las calles que de igual forma viene, incluso, suscrito el expediente de sus antecesores, se quedan empedrados en la instantánea.   


No se trata de resaltar que el inexperto gobierno se pueda aprovechar del trabajo anteriormente realizado y que eso pueda molestar a los salientes, sino que es importante destacar que aquél carece de proyecto propio, y que cuando se sale del camino trazado, con anuncios preocupantes de creaciones de instrumentos para controlarlo todo y volver a las viejas y superadas políticas, puede situar a la ciudad en un limbo del que le será muy difícil salir. Y es que el diseño político no puede limitarse a únicamente sustituir al anterior para venderlo como propio ya que se tiene la creencia de quedar mejor en la pose para la foto. Debe haber algo más, y ese vacío que cada día es más palpable, es lo que tiene desbocados a los suyos en la defensa y recelosos a quienes les preocupa la ciudad. Ya lo decía el inversor y empresario norteamericano: alguien está sentado en la sombra porque otro plantó un árbol hace mucho tiempo. Lo curioso es que lo hace quien venía a dar luz a la supuesta oscuridad.   La política exige algo más o, al menos, a eso debemos aspirar. Quien se proclamaba a sí mismo como portador de la luz no debe atenerse a ser aquél que susurraba en la penumbra para acabar con la carrera en la gestión pública de su adversario. En esto último, no debe distinguirse entre propios y extraños, pues suelen coincidir no sólo en sus malas artes, sino también en la cobardía de renegar del mecanismo usado para tan vil fin. Ahora bien, como decía Jean Paul Sartre, a los verdugos se les reconoce siempre, tienen cara de miedo.

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