Pedro Ángel
González Delgado
Cuando se oye a un
político, principalmente de izquierda, prometer hasta dentista gratis para la
población, uno tiende a creer que, al menos, tiene un proyecto propio para la
ciudad que soñaba dirigir más allá de cambiarle el nombre a las áreas y
concejalías del gobierno para que parezcan más cercanas a la ciudadanía y crear
políticas de clientela para contentar a los suyos. Parecía difícil imaginarse
que la política a realizar se limitaría a la comunicación mediante noticias de
actuaciones de trámites ordinarios de proyectos del mandato anterior, como si
fuera algo extraordinario y de nueva creación por este gobierno vacío que, hace
ya algo más de cuatro meses, prometía prácticamente el cielo a los
ciudadanos. Sólo así se explica que en
la ciudad turística del Puerto de la Cruz, un proyecto de renovación del Gran
Hotel Taoro que fue firmado por el anterior alcalde Lope Afonso, se presente
como si hubiera surgido por arte de magia de quien en la actualidad mal dirige
los destinos del municipio. Únicamente de esa manera podríamos encontrar
explicación al hecho que la cesión de los terrenos de la piscina municipal al
Cabildo Insular de Tenerife se hubiera realizado el 10 de mayo y, ahora, nos
encontremos con una foto, siempre la foto, paseando por la piscina municipal en
el mismo estado, pero con el titular de prensa de haber realizado lo que ya
estaba hecho. Justamente, de esta suerte es como se puede interpretar el hecho
del anuncio de una oferta de empleo público como algo novedoso, con la creación
de nuevas plazas de policía local, cuando viene firmado desde el mandato
anterior. Es que hasta para el asfaltado de las calles que de igual forma
viene, incluso, suscrito el expediente de sus antecesores, se quedan empedrados
en la instantánea.
No se trata de
resaltar que el inexperto gobierno se pueda aprovechar del trabajo
anteriormente realizado y que eso pueda molestar a los salientes, sino que es importante
destacar que aquél carece de proyecto propio, y que cuando se sale del camino
trazado, con anuncios preocupantes de creaciones de instrumentos para
controlarlo todo y volver a las viejas y superadas políticas, puede situar a la
ciudad en un limbo del que le será muy difícil salir. Y es que el diseño
político no puede limitarse a únicamente sustituir al anterior para venderlo
como propio ya que se tiene la creencia de quedar mejor en la pose para la
foto. Debe haber algo más, y ese vacío que cada día es más palpable, es lo que
tiene desbocados a los suyos en la defensa y recelosos a quienes les preocupa
la ciudad. Ya lo decía el inversor y empresario norteamericano: alguien está
sentado en la sombra porque otro plantó un árbol hace mucho tiempo. Lo curioso
es que lo hace quien venía a dar luz a la supuesta oscuridad. La política exige algo más o, al menos, a
eso debemos aspirar. Quien se proclamaba a sí mismo como portador de la luz no
debe atenerse a ser aquél que susurraba en la penumbra para acabar con la
carrera en la gestión pública de su adversario. En esto
último, no debe distinguirse entre propios y extraños, pues suelen coincidir no
sólo en sus malas artes, sino también en la cobardía de renegar del mecanismo
usado para tan vil fin. Ahora bien, como decía Jean Paul Sartre, a los verdugos
se les reconoce siempre, tienen cara de miedo.
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