María Lucía Tejera
Inspiradora de este artículo de reflexión.
“He visto muchos
artículos tuyos sobre este tema y la verdad no te los he comentado, pero hoy me
siento con ánimo de hacerlo. La verdad
no veo el sentido de escribir sobre cosas
malas o sentimientos bajos. Para hacer un símil de los que a ti te gustan,
creo que me baso en el refrán que dice: dime
de lo que presumes y te diré de lo que careces”
Ocurre
entonces, que, si todos escondemos la cabeza como el avestruz, esos
sentimientos bajos que indicas, seguirán “haciendo de las suyas” sin nada que
se les oponga. Hay que alertar a La Humanidad, sobre todo lo que sea pernicioso
y malo. Intentar que todos pensemos en lo mejor para todos.
“Estoy de acuerdo con
que la envidia es un sentimiento muy bajo y por eso, ni siquiera ocupa un lugar
en mi vida ni en mi mente. El que siente
la envidia es el que se rebaja, entonces lo mas importante es pedir a Dios
o a quien creas que te conecta con un mas allá, o con un ente externo que sea tu
concepto de divinidad, que no te permita sentirlo de ninguna manera. En
este sentido no me parece bueno andar predicando que la gente siente envidia o
que algún tipo de fracaso se deba a la envidia. Mi punto de vista es que, si así es, de
alguna manera no fue bien manejado y hubo algo que estaba en las manos hacer
para evitarlo que no fue hecho apropiadamente.” Correcto:
Ahí es donde hay que alertar a las personas para que quienes puedan hacerlo,
estudien y actúen de la forma mas correcta para no caer en las situaciones
complicadas que si son productos de esa envidia que comentamos.
Cuando uno se responsabiliza por todo lo que le sucede en su vida
es mas feliz, hasta de lo que le hacen los demás uno es responsable, y si no
es de lo que le hacen porque uno no tiene control del proceder de los demás, si
lo es de la manera como uno lo enfrenta, lo valora y lo supera.
Esa
es, sin duda, la verdadera visión del tema que todos deberíamos tener, aunque
lamentablemente no es así.
“Todas las personas de alguna manera podemos despertar envidia en
los demás. Hay gente tan pobre de espíritu que hasta es capaz de envidiar
porque uno tiene los ojos verdes, o es flaco o es blanco... son cosas tan
básicas que están fuera de control del envidiado. Y si es algo así, ¿cómo
podría tener sentido perder algo de tu vida, de tu tranquilidad o de tus
pensamientos? Simplemente uno se debe
preocupar de hacer el bien, de ser feliz y hacer felices a los que tiene a su
lado, Creo que ese es el sentido de la vida. Gente envidiosa
y mala siempre va a haber, pero como es cuestión de ver el vaso medio lleno o
medio vacío, prefiero pensar que los buenos somos más y que hay mas gente que
me rodea feliz por mis éxitos, que envidiando los mismos.”
Generosa interpretación de los hechos que hemos seguido como una
constante en la vida, lo cual nos ha deparado grandes momentos de felicidad
frente a lo que pudiéramos considerar desperdicios, come diría Edgard Deming.
“Mi felicidad no está en manos de otros, está en mis manos.
El pasado pasó.
Probablemente en las postrimerías de una vida estamos dándonos cuenta de errores
cometidos que se apartaron de lo que uno quería, o que te quitaron algo, cuando
te conectas con lo más profundo, sin dejar que la soberbia o el ego te embarguen.
Lo que pasó no se puede cambiar, ya pasó
y se fue.
Hay que aprovechar la
vida para buscar la felicidad haciendo lo que te haga feliz ahora, reconciliándote
con sentimientos bonitos, y si hay algo que puedas hacer para sentirte mejor
que tenga que ver con lo pasado, pues aún estás a tiempo La idea es que se
puedas vivir en paz e irse de este mundo de la misma manera: en paz.”
Comentarios y reflexiones que son
la marca de una vida, que justamente tenemos que evaluar con el sentido
universalista que se ha apropiado de nosotros, el que nos llena de gozo cuando
vemos estas expresiones de amor, tan dignas de pasar a la historia, por lo
cual no hemos dudado en llevarlas al
mundo de la mas correcta difusión, en la
seguridad de que “hacer las cosas bien, y hacerlas saber” - como dice el manual
de las relaciones públicas, - humanas –
es una obligación que nos hemos impuesto, diríamos que desde que tenemos uso de
razón. Servir es mi ocupación.
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