Pedro Ángel
González Delgado
Vuelven los
socialistas en el Puerto de la Cruz a las andadas. Aquellas viejas mañas que
hicieron que se anquilosaran en el poder, pero que llevaron a la ciudad a sus
mayores cuotas de deuda han regresado. No les bastó con la experiencia de la
creación de la empresa pública deficitaria Parque Marítimo, SAU, Pamarsa, sino
que ahora, cuando ésta debe por imperativo legal desaparecer, quieren crear una
nueva sociedad de capital público, es decir, de todos los portuenses, para
gestionar el Lago Martiánez.
Sin embargo, toman
a la ciudadanía por tonta, o, en su caso, por desmemoriada, lo que puede
suponer un craso error. Nadie ha olvidado que Pamarsa se creó, supuestamente,
para gestionar el futuro parque marítimo de la ciudad, ese que ahora olvidan en
favor del puerto de Fonsalía. Pero ese objeto social nunca fue desarrollado y
Pamarsa se convirtió en el coladero perfecto para la red clientelar. Ello no
significa que no hubiera dentro de esta empresa personas caracterizadas por ser
buenos trabajadores y que querían dar lo mejor de sí mismos para ofrecer un
honrado servicio, si bien es innegable que el propósito de ésta era satisfacer
y engolosinar a la parroquia amiga, para garantizarse el puñado de votos que
los mantuviera de donde no querían salir. Y así se generó el pasivo que se fue
agrandando con el paso de los años y, por ende, de los mandatos, hasta que,
cuando ya se tuvo la valentía suficiente, eso sí, por otros distintos a sus
creadores, para ponerle freno, ya fue demasiado tarde. Por eso, y solamente por
ello, se anuncia la creación de una empresa para gestionar el complejo de
piscinas Lago Martiánez para, como ya no podrá poseer Pamarsa, tener Lamarsa, y
con ella, quizá, seguir ofreciendo un puesto en una empresa pública a quienes,
intentando entrar por la puerta de atrás del empleo público, no han conseguido
sus fines a pesar de contar con la ayuda del encargado, testigo y candidato
socialista que llevan a todos sus juicios a atestiguar en su favor. El plan B
se pone en funcionamiento a la vista del testimonio vago e impreciso del
indicado deponente porque hay que intentar cumplir con el ofrecimiento
realizado.
La vuelta a la
costumbre ya superada no queda ahí pues, no sin cierto asombro, empezamos de
nuevo a habituarnos a la intimidación, la amenaza velada, y el señalamiento
público de aquél que no comulga con el mal llamado progresismo, porque de
progreso tiene poco retroceder en el tiempo para sufrir, como si fuera cíclico,
una prisión ideológica de la que tanto nos costó abrir sus rejas. Como si de
San Mateo se tratase, se impone aquello de quien no está conmigo, está contra
mí y, por tanto, hay que ir contra él. No obstante, se han encontrado con una
oposición sólida, que no se amedrenta ni se deja provocar, que espera paciente
pues sabe que le asiste la razón. No caerá, como se pretende, en pánico ni
desazón por las bravatas que regresan. No llegará, como otros sí que pudieran,
a manifestar, cual Calderón de la Barca, tanto miedo tengo, que aun para huir
valor no tengo.
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