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sábado, 5 de octubre de 2019

LAMARSA


Pedro Ángel González Delgado

Vuelven los socialistas en el Puerto de la Cruz a las andadas. Aquellas viejas mañas que hicieron que se anquilosaran en el poder, pero que llevaron a la ciudad a sus mayores cuotas de deuda han regresado. No les bastó con la experiencia de la creación de la empresa pública deficitaria Parque Marítimo, SAU, Pamarsa, sino que ahora, cuando ésta debe por imperativo legal desaparecer, quieren crear una nueva sociedad de capital público, es decir, de todos los portuenses, para gestionar el Lago Martiánez.

Sin embargo, toman a la ciudadanía por tonta, o, en su caso, por desmemoriada, lo que puede suponer un craso error. Nadie ha olvidado que Pamarsa se creó, supuestamente, para gestionar el futuro parque marítimo de la ciudad, ese que ahora olvidan en favor del puerto de Fonsalía. Pero ese objeto social nunca fue desarrollado y Pamarsa se convirtió en el coladero perfecto para la red clientelar. Ello no significa que no hubiera dentro de esta empresa personas caracterizadas por ser buenos trabajadores y que querían dar lo mejor de sí mismos para ofrecer un honrado servicio, si bien es innegable que el propósito de ésta era satisfacer y engolosinar a la parroquia amiga, para garantizarse el puñado de votos que los mantuviera de donde no querían salir. Y así se generó el pasivo que se fue agrandando con el paso de los años y, por ende, de los mandatos, hasta que, cuando ya se tuvo la valentía suficiente, eso sí, por otros distintos a sus creadores, para ponerle freno, ya fue demasiado tarde. Por eso, y solamente por ello, se anuncia la creación de una empresa para gestionar el complejo de piscinas Lago Martiánez para, como ya no podrá poseer Pamarsa, tener Lamarsa, y con ella, quizá, seguir ofreciendo un puesto en una empresa pública a quienes, intentando entrar por la puerta de atrás del empleo público, no han conseguido sus fines a pesar de contar con la ayuda del encargado, testigo y candidato socialista que llevan a todos sus juicios a atestiguar en su favor. El plan B se pone en funcionamiento a la vista del testimonio vago e impreciso del indicado deponente porque hay que intentar cumplir con el ofrecimiento realizado.


La vuelta a la costumbre ya superada no queda ahí pues, no sin cierto asombro, empezamos de nuevo a habituarnos a la intimidación, la amenaza velada, y el señalamiento público de aquél que no comulga con el mal llamado progresismo, porque de progreso tiene poco retroceder en el tiempo para sufrir, como si fuera cíclico, una prisión ideológica de la que tanto nos costó abrir sus rejas. Como si de San Mateo se tratase, se impone aquello de quien no está conmigo, está contra mí y, por tanto, hay que ir contra él. No obstante, se han encontrado con una oposición sólida, que no se amedrenta ni se deja provocar, que espera paciente pues sabe que le asiste la razón. No caerá, como se pretende, en pánico ni desazón por las bravatas que regresan. No llegará, como otros sí que pudieran, a manifestar, cual Calderón de la Barca, tanto miedo tengo, que aun para huir valor no tengo.

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