José Peraza
Hernández
La
Congregación de RR. PP. Pasionistas tuvo su fundador en San Pablo de La Cruz,
nacido en 1.694 y fallecido 1.775. Su fin específico se basa en anunciar el
Evangelio de la Pasión mediante la vida y el apostolado. Editan una denominada
Hoja Mensual, en cuyo número 375, de abril de 1.987, publica un artículo
titulado "El rostro de Cristo", del Consejo Episcopal
Latinoamericano, que, por su indudable interés y porque constituye el
pensamiento pasionista entendemos merecedor de ser reproducido: "La
situación de extrema pobreza generalizada adquiere en la vida real rostros muy
concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo el
Señor, que nos cuestiona e interpreta: Rostros de niños golpeados por la
pobreza antes de nacer, por obstaculizar sus posibilidades de realizarse a
causa de deficiencias mentales o corporales irreparables, los niños vagabundos
y explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y desorganización moral
familiar.
Rostros de
jóvenes desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad; frustrados en
zonas rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades y ocupación.
Rostros de indígenas, y de afroamericanos, que, viviendo marginados y en
situaciones infrahumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los
pobres. Rostros de campesinos que viven relegados, a veces privados de tierra,
en situación de dependencia interna y externa, sometidos a sistemas de
comercialización que los explotan. Rostros de obreros, mal retribuidos, con
dificultades para organizarse y defender sus derechos. Rostros de subempleados
y desempleados, despedidos por las duras exigencias de crisis económicas y
muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y sus
familias a fríos cálculos económicos. Rostros de marginados y hacinados
humanos, con el doble impacto de la carencia de bienes materiales frente a la
ostentación de la riqueza de otros sectores sociales. Rostros de ancianos, cada
vez más numerosos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que
prescinde de las personas que no producen." Este es el estado de cosas que
los Pasionistas quisieran ver cambiada.
El día 3 de
enero de 1.694, en Ovada (República de Génova) nace un niño, al que le es
impuesto el nombre de Pablo Francisco, hijo de los esposos Lucas Daneo y Ana
Massari. Un año más tarde, otro niño, Juan Bautista que será el compañero
inseparable de Pablo. Con trece años, Pablo se inscribe en la Cofradía de la
Asunción de Nuestra Señora. Ha muerto su madre y ambos buscan consuelo en el
estudio y en una sólida fe. Entre 1.713 y 1.714 acontece lo que Pablo llamará
"su conversión".
¿Pero, de qué
puede convertirse si él se reconoce no haber cometido pecado alguno? Quizás de
preocuparse de los negocios del padre, un pequeño comerciante, de los apuros
económicos de la familia...
Habrá que
tener en cuenta la Italia en que vivió el futuro santo. La Italia del siglo
XVIII carece de unidad política: Se trata de un mosaico de regiones
independientes entre sí. Los Estados Pontificios, Venecia, Génova, Toscana,
Nápoles, el reino de las Dos Sicilias, el Milanesado, Parma... sometidas a
potencias extranjeras. España, Austria y Francia. Los Estados Pontificios se
encuentran expuestos a continuos vaivenes de fortuna, a los choques armados y a
la política de enlaces matrimoniales.
Pablo de la
Cruz, aunque nacido en la Lombardía realiza su intensa actividad entre Toscana
y los Estados Pontificios. Siempre vivirá en regiones muy pobres. Frente a la
riqueza desmedida de los grandes señores, el pueblo vive en la miseria. La
mayor parte de la gente es analfabeta. Los mendigos hacen cola en la entrada de
las iglesias, a las puertas de los conventos o de los palacios, con la
esperanza de obtener una limosna. Las enfermedades infecciosas e incurables son
frecuentes en las marismas de Toscana y en las regiones del sur. Pablo se dedica
a atender a los enfermos en el hospital de San Galicano. Allí se enfrenta no
sólo a enfermedad, sino a la muerte, le es dado contemplar las miserias del
mundo. Algunas épocas de hambre, como consecuencia de las sequías o secuela de
las guerras, acentúan la miseria de la clase social más baja.
Por otra
parte, no pocos sacerdotes se han contagiado de las costumbres mundanas de la
época. La grave preocupación de los Obispos es reformar dichas costumbres. El
clero es muy numeroso.
En 1.768, en
Milán, hay 290 conventos, con 5.699 religiosos, sin incluir las monjas. En
Toscana, en 1.772, 321 monasterios, de 29 congregaciones, con 6.030 individuos.
En ocasiones, la rivalidad entre monasterios alcanza situaciones deplorables.
Los intentos reformadores de algunos Obispos tropiezan con una muralla. Parece
monstruoso, pero el hecho es real: en 1.744, los miembros de un convento se
enfrentan a su obispo porque este, siguiendo instrucciones de la Santa Sede,
les ha prohibido que entren mujeres en su convento. En lo que se refiere a las
monjas, unas 60.000, también su conducta deja mucho que desear. Además del
clasismo conventual, hallan el modo de compaginar los ejercicios de piedad con
las diversiones mundanas. Pablo tiene un duro enfrentamiento con las religiosas
agustinas de Castellano, porque durante el Carnaval invitan a las máscaras a
exhibirse en el locutorio, circunstancia que las máscaras aprovechan para poner
al descubierto propósitos menos honestos. En un monasterio se representan
comedias de todo tipo, sin demasiados escrúpulos ante el contenido moral de las
mismas.
Este es el
mundo en que vive Pablo de la Cruz que no descansa denunciando y practicando la
austeridad de costumbres. Su sueño dorado es la fundación de un convento. El
lugar escogido es el Monte Argentario. Pero la época es mala: se enciende la
guerra entre Austria, enfrentada a España y Francia, y Monte Argentario se
convierte en un nido de cañones. Al finalizar la contienda, Pablo de la Cruz
vence toda serie de dificultades hasta ver logrado su empeño: su primer
convento. ¡Pablo cuenta con ocho compañeros y pone en práctica las Reglas
escritas! veinte años atrás! Una de las
condiciones más queridas por Pablo es la soledad, y por eso irá llamando a sus
sucesivos conventos "retiros".
Ha nacido la
Congregación de la Pasión de Jesucristo: Su estandarte será la pobreza más
absoluta. Ni posesiones, ni réditos, ni entradas fijas, ni bienes particulares.
Absoluta confianza en la Providencia y vida en común. Se reciben y agradecen
las limosnas espontáneas, pero no se buscan de puerta en puerta. La abstinencia
es digna de admiración: excepto las fiestas más solemnes, se guardará ayuno,
con una sola comida al día. Los enfermos y los ancianos serán objeto del mayor
cuidado. No importa que el convento y la nueva congregación sean pobres. Los
necesitados dispondrán de alimentos, aunque les falten a Pablo y sus
compañeros. No importa que a la comunidad les falte un bocado; a los enfermos
no debe faltarles lo necesario y conveniente.
"El fin
de la Congregación es preocuparse de la propia perfección con desprendimiento de
las cosas creadas, viviendo en rigurosa pobreza, oración y ayuno. El fin
secundario, pero también principal para la Gloria de Dios y la salvación de las
almas, es asistir con esfuerzos apostólicos a la conversión de los hombres,
recordándoles la santísima Pasión de Jesucristo".
La figura de
Pablo de la Cruz, la resume él mismo con esta sincera confesión:
"Por lo
que recuerdo, no he pasado ni un solo día sin sufrimiento desde hace cincuenta
años. Se lee de ciertas almas que han estado en el crisol cinco, diez o quince
años. En cuanto a mí, no quiero recordar cuanto he sufrido. ¡Me estremezco al pensarlo!
La
Congregación Pasionista cuenta con santos como el propio San Pablo, su
Fundador; San Vicente M. Strambi, Obispo; San Gabriel de la Dolorosa; Santa Gemma
Galgani y Santa María Goretti, aparte de los Beatos Domingo de la Madre de
Dios; Beato Isidoro de Loor y Beato Pío Campidelli.
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