Salvador García
Llanos
Claro que es,
por muchas razones, una entrevista histórica la concedida por el Papa Francisco
al programa de Jordi Évole, en La Sexta, emitida el pasado domingo. Un
documento periodístico excepcional, pleno de mensajes, apto para captar gestos,
reflexivo y hasta propenso a interpretaciones críticas de alguna respuesta de
Su Santidad. Pero quedaron los valores periodísticos y testimoniales, eso es
indudable. Con una audiencia de cuatro millones y medio de espectadores, la
entrevista es uno de los grandes hitos mediáticos de nuestro tiempo.
Cabe desear
que entre ellos estén quienes desde las tribunas públicas y desde algunas
pantallas se comportan con fanatismos o extremismos, sobre todo quienes
presumen de catolicismo o religiosidad exagerada, porque su referencia a los
“cuatro pecados capitales” de los medios de comunicación entrañó toda una
lección. Hasta Évole se percató de la importancia de aquella manifestación, de
modo que replicó que “para no ver televisión, ha hecho un análisis de la
televisión actual bastante importante”.
Concretó el
Papa, al ser preguntado por las “guerras olvidadas” en los medios, cuatro
grandes males que caracterizan y amenazan constantemente al periodismo de
nuestros días: la desinformación, la difamación, la calumnia y la coprofilia.
Y fue
desmenuzando, con explicaciones sencillas, cada uno de ellos. De la
desinformación (“doy la noticia, pero la mitad, la otra no la doy”), está claro
que representa la manipulación y el sesgo y atenta contra los derechos del
ciudadano de estar debidamente informado.
Sobre la
calumnia y la facilidad para extenderla, advierte de la impunidad. Esas
descalificaciones permanentes, basadas muchas veces en opiniones insostenibles
o en hechos tergiversados, penetrando a menudo en el ámbito personal o de la privacidad,
resultan cada día más reprobables. El Papa se pregunta dónde están los límites
y la responsabilidad.
Con la
difamación, habla de una mayor sutileza todavía. “Toda persona tiene derecho a
la reputación”, dijo Su Santidad. “Te traen una mancha de antes y te la sacan
ahora; los medios no te pueden sacar una historia superada y bien pagada”,
añadió.
Y en cuanto a
la coprofilia, es el amor a lo sucio, esa tendencia a exprimir lo negativo
hasta producir el escándalo, en la supuesta creencia de que así se gana
audiencia o se venden más ejemplares.
El Papa
planteó que, superando estas cuatro circunstancias, la comunicación es algo
primordial en la convivencia y en las relaciones humanas. “Es algo
maravilloso”, precisó, antes de aludir al papel ejemplar del comunicador que no
incurra en alguno de esos males.
Fue una
auténtica lección papal. A ver si algunos aprendieron algo.
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