Salvador García
Llanos
Cuenta un
veterano periodista que cierto domingo del mes de febrero, al mediodía, desde
una cafetería se puso a contemplar el kiosko de prensa cercano para ver cuánta
gente y de qué edades compraba el periódico. Entre las doce del mediodía y las
dos de la tarde, contabilizó a veintitrés personas y ninguna menor de veinte
años. Se convenció del todo:
-A los jóvenes
ya no les interesa la prensa. Y desde luego, prescinden de ese gasto. Si
quieren estar informados, utilizan otros canales. La prensa impresa está
condenada.
Recordando el
episodio, les preguntamos días pasados a los alumnos de dos institutos de
secundaria, en el curso de una charla sobre la comunicación de nuestro tiempo,
quiénes habían adquirido un periódico últimamente o lo hacían habitualmente.
Muy pocos, apenas quince, levantaron la mano. El trance de desaparición, así
las cosas, es evidente.
La Oficina de
la Justificación de la Difusión (OJD), pendiente de certificar los últimos
registros del mes de febrero, consigna que la difusión de los cinco principales
diarios españoles (El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia y La Razón) apenas
superó los cuatrocientos veintiocho mil ejemplares, tres mil menos que la
alcanzada por El País en el año 2008. La OJD señala que en 2018 la tirada de
los cinco rotativos se ha reducido en 79.452 ejemplares, un descenso del 15,7
%, en la misma línea desde hace diez años, cuando la crisis endémica era ya un
proceso en expansión y las ventas caían a un ritmo superior al actual.
Es natural
entonces que en círculos mediáticos y empresariales del sector, se hable sin
ambages de “negocio en caída libre” desde hace algo más de una década o de
“histórico desplome del negocio impreso”. Las incertidumbres del porvenir son
evidentes, de ahí que se siga hablando del cambio de modelo de negocio para
intentar superar tan desfavorable situación. La desaparición de cabeceras en
algunos países ha alternado con intentos de reconversión, como afrontar un
multimedia y reducir la edición impresa a los fines de semana con contenidos y
tratamientos digamos que propios de esos días (farándula, deportes, ocio,
reportajes, atención a las convocatorias...), tratando de recuperar lectores en
segmentos de edad más jóvenes.
Y atención
porque la radio empieza a recorrer caminos que pueden estar erizados de
dificultades. Lo acaba de recordar en Tenerife Carlos Alsina, el periodista de
Onda Cero, al frente del programa 'Más de uno', uno de los líderes de la
programación matinal:
-La radio es
más estable que otros medios y sigue funcionando muy bien, aunque tiene una
dificultad para llegar a los menores de veinticinco años porque los hábitos han
cambiado. Ahora los chavales están más con lo que les llega por redes sociales,
trocitos de cosas, y es muy difícil que se enganchen a escuchar algo largo.
O sea, que si
no se lee y no hay intención de sintonizar porque los contenidos son largos,
estamos ante hábitos preocupantes para la salud convivencial, para las
relaciones humanas y para los niveles de consumo de información.
Se dirá que es
una visión pesimista pero las experiencias, las cifras y los testimonios son unos
indicadores a tener en cuenta.
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