Salvador García Llanos
Reaparece, tras la celebración del
foro Summit Barcelona, el viejo dilema: turismo de calidad versus masificación
turística, iniciativa del 'Shopping & Quality Tourism Institute”. ¿Son conceptos incompatibles? Fue una
de las preguntas en torno a las que se debatió.
No son fáciles las respuestas, ni
siquiera en los interiores del propio sector, tan sujeto a la cuenta de
resultados. Hace ya décadas que se destapó la controversia en destinos como el
Puerto de la Cruz, cuando la alta ocupación caracterizaba el ejercicio
cotidiano. Algunos hicieron ver que aquel camino podría ser el menos adecuado.
Y aun cuando pareciera mucho reducir o simplificar las cosas, exponían que era
preferible, para dar lustre al destino y al producto, esmerarse en la captación
de segmentos turísticos de alto poder adquisitivo, que era como se conceptuaba
someramente el denominado turismo de calidad.
Tal como ha evolucionado el negocio
desde entonces, con crecimientos no siempre ordenados, con nuevos destinos
competidores, con la sostenibilidad mal entendida, hay que partir de factores
que repercuten directamente en el desenvolvimiento económico y social: desde la
creación de empleo a la planificación urbanística, desde el respeto a
ordenanzas a la involucración de la población en el cuidado y adecuado uso de
los recursos turísticos.
El director coporativo de
Planificación Estratégica y Estudios de Caixabank, Enric Fernández, dijo en la
cita de Barcelona que la respuesta al turismo ideal “dependerá del punto de vista: del turista o de
la sociedad que acoge al visitante”.
Pone como ejemplo, precisamente, uno de los argumentos que dominó aquel debate
en el Puerto hace décadas: “Un
turista puede valorar con un 9,8 una borrachera de fin de semana en un viaje de
fin de semana, pero desde el punto de vista del destino puede que no sea así”.
Aceptando que hay que encontrar un
equilibrio, Fernández fue concluyente: “Masas
y calidad están reñidos, porque sacrificas atractivo. El
turismo masificado significa que dañas
más que lo
que aporta el número
de turistas”.
Pero ¿qué es turismo de calidad? La
perenne pregunta, la madre del cordero, el origen de la larga controversia. Hay
a quien no le gusta el concepto, como el decano de la Facultad de Turismo y
Dirección Hotelera de Santa Ignasi, Ricard Santomá, quien lo califica de “título trampa” y, por tanto, rechaza su
utilización. “La gente
suele asociar el turismo de calidad con el turista que gasta más y para mi esto es un error”, explicó Santomá, para quien “un turista que gasta más no es mejor ni peor que otro que
gasta menos”.
Cree el decano que, para diferenciar,
hay que adecuarse a las expectativas. “Si
se toma como modelo de referencia el ingreso económico, corresponderá a un tipo de turistas de más gasto. Si tomas un modelo
medioambiental, la meta será
atraer turistas más
sensibles con estos temas”,
señaló.
Y la ciudadanía, ¿qué dice? El
fundador de la firma consultora Summa, Conrad Llorens, participante en el foro
de la ciudad condal, expuso que “no
se trata solo del poder adquisitivo. El turismo de calidad sería aquel que aporta valor a la ciudad
de manera global. Que no solo cree valor en el ámbito turístico sino en la
interacción con otros sectores”.
Preguntado por si son compatibles el
turismo de masas y el de calidad, Llorens respondió: “Hoy el verdadero lujo es la
exclusividad. Un poco reñidos sí que están ambos conceptos pero seguro que hay
manera de vehicular ambos conceptos. Si tienes cierta masificación y el turismo
va a seguir creciendo... algo tienes que hacer”.
Como se puede apreciar, sigue el
debate.
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