Cristina Tavío
A estas alturas nadie pone en duda de que uno de los
pilares de la economía es la confianza, tanto de inversores como de la propia
sociedad. Cuando ésta se pierde, se instala la incertidumbre y con ella los
indicadores empiezan a mandar sus señales.
Hablamos, por ejemplo, de los datos del Producto
Interior Bruto, comercio y exportaciones, por no hablar de las cifras del paro
y la destrucción de empleo o la caída del comercio minorista, que advierten de
una desaceleración económica frente al crecimiento que había experimentado
España en los últimos años.
Pese a que la ministra de Economía, Nadia Calviño,
asegura que nuestra economía se mantiene robusta
lo cierto es que las medidas anunciadas por el Gobierno de Pedro Sánchez no
han ayudado mucho a crear un escenario favorable para esa confianza.
El plan de nuestro primer presidente que no ganó las
elecciones para poder gastar más pasa por subir los impuestos: gravar más el
diesel, endurecer el Impuesto sobre Sociedades, aumentar el IRPF, o nuevas
tasas a la banca y al sector tecnológico. Llámese incertidumbre para todos.
Debería recordar que la mayor subida fiscal de la
historia de nuestro país la realizó su compañero de partido, José Luis
Rodríguez Zapatero, y creo que las consecuencias las recordamos todos: España
al borde de la quiebra, más de cinco millones de personas en paro y con una
deuda pública y un déficit presupuestario vertiginoso.
Si no quiere recordar basta con que mire a nuestro país
vecino y fiel reflejo de lo que ocurre cuando los populismos asaltan el poder.
Italia ha propuesto aumentar su gasto público, lo que supone no un mayor
crecimiento sino un aumento de su endeudamiento que ya es superior al 132 por
ciento de su Producto Interior Bruto.
En España hablamos de 6.000 millones de euros que Pedro
Sánchez necesita para los próximos Presupuestos y que servirán para pagar
deudas contraídas con quiénes lo apoyaron en la moción de censura. Estas
concesiones económicas a Podemos y a independentistas no son nada halagüeñas y
tampoco son el camino para mantener el buen rumbo alcanzado en los últimos
años.
Señor Sánchez es elemental: Una sociedad que penaliza el
ahorro e incentiva la deuda está encaminada al fracaso. Rectifique y continúe
con las recetas económicas que le dejó su antecesor.
Quizá en Canarias no hemos notado estos síntomas de desaceleración
de forma tan brusca por la llegada de turistas. Pero cuidado porque los datos del
sector nos recuerdan que en julio se registró una caída del 4,9 por ciento, la mayor
desde 2010. Si el turismo peninsular se resiente, nuestra economía también lo
notaría.
Con estos indicadores ya son muchos los expertos que
confirman la desaceleración a la par que le exigen al Gobierno del PSOE
reformas y sensatez, en vez de bandazos e incertidumbres. El Fondo Monetario
Internacional también ha revisado a la baja la previsión de crecimiento para
nuestro país y pide un paquete de medidas creíbles.
Ahora no toca ceder a los chantajes sino poner por
delante a nuestro país y a los españoles, por encima de cualquier partido y de
cualquier ideología. Necesitamos que Pedro Sánchez priorice y adopte una
actitud responsable para no poner en riesgo la recuperación económica que había
conseguido quien si ganó las elecciones.
Las reformas que necesitamos para las pensiones, por
ejemplo, deben ser consensuadas, pero sobre todo debe haber un estudio detrás
para saber de dónde sacamos los recursos.
Somos conscientes de que tenemos un problema demográfico, -debido a la
baja natalidad y al envejecimiento de la población-y que la inmigración puede
ser parte de la solución. Pero también ahí tiene que haber planificación.
Hoy más que nunca es necesario un gran pacto para seguir
reformando este país y dedicar el dinero a lo importante, sin perder de vista
la conciliación laboral y familiar. No sólo para cuidar mejor de nuestros hijos
sino porque deberemos cuidar también a esa sociedad que envejece y a la que
tanto le debemos.
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