Evaristo Fuentes Melián
El Tanque
es un municipio del Norte, uno de los tres ayuntamientos de Tenerife que no
tienen mar. Los otros dos son Tegueste y Vilaflor. Pero hoy solo quiero hablar
de un tanque de la refinería. Para no confundirnos con el municipio de El
Tanque, nunca debió llamarse así a ese bidón gigante convertido en sala de espectáculos, ubicada
en una zona donde a años vista está
programada la expansión urbana más óptima de la actualmente capital de la isla,
que siglos antes fue solo desembarcadero.
Culturizar
ese tanque de la refinería fue un capricho de Dulce Xerach, una muchacha
(vocablo cariñoso entre los ancianos de
mi pueblo) procedente de la llamada ‘gente rica’, seudónimo de
aristocracia, aunque ignoro si Dulce tiene sangre azul en sus venas, oníricamente
embadurnada con el color del recinto cilíndrico de marras.
Hace unos
días, una asociación de vecinos del distrito ha decidido pedir el cierre
definitivo de ese tanque, que lleva inactivo no sé cuánto tiempo. Pero Dulce Xerach, con su inmediata contrarréplica
arropada por sus fans, podría montar un cirio en defensa de ese tanque
cilíndrico maloliente, donde la OST de Víctor Pablo una vez tocó en concierto y resultó que
sonaba a horrible desconcierto.
Cuídate,
Dulce Xerach, ‘abájate’ del burro –así lo dicen los magos de mi pueblo--, deja
tus caprichos para mejores ocasiones y permite que ese tanque petrolífero deje
de ser un adefesio posibilista que ha impregnado negativamente toda
representación de cultura audiovisual en general y en especial del Arte de
Talía, que etimológicamente significa ‘floreciente’; y ahí, en ese tanque, no
florece ni un narciso, aunque haya síntomas por estos mundos (chicharreros) de
Dios, de más de un narciso enfebrecido…
Espectador
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