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miércoles, 14 de junio de 2017

LA HISTORIA QUE NOS UNE

Antonio-Pedro Tejera Reyes

Fundador de los Estudios de Turismo en las Islas Canarias. 

UNA MODÉLICA AMISTAD

…cuando quiero llorar no lloro,
y a veces lloro sin querer…
Rubén Darío.

Ahondando en la vida social moderna, es imposible que nuestros recuerdos no se aviven pensando en los pasados tiempos donde todo era completamente distinto.

A la juventud actual del whasapp y de la tableta, es casi imposible explicarle como nos comunicábamos por aquellos teléfonos negros, que era un lujo tenerlos, y que de hecho habían sustituido a los que estaban colgados de las paredes, que todavía seguían existiendo en nuestro entorno de aquellos años cuarenta del siglo pasado.

En esos tiempos nacía en el santacrucero Barrio del Toscal, en Santa Cruz de Tenerife, una generación marcada por las reminiscencias de la guerra civil española, donde casi no había un hogar que no tuviese una vela encendida, o una flor colocada con un poco de agua en una simple botella, como recuerdo del familiar desaparecido en esa cruenta batalla. Era lo que había.

Ahí, de ese barrio nació una amistad entre hombres del bien, que comentaremos más adelante, pero que está marcada por esa vida de miseria que asolaba toda la isla de Tenerife, un territorio en medio del Atlántico, que más de una vez se vio invadido por una plaga de unos bichos vivientes que llamábamos langostas, que arrasaban cultivos y dejaban yermos los campos y que venían desde el continente africano apenas a unos pocos kilómetros de las costas del Archipiélago Canario.

Son recuerdos que se nos atropellan en la mente y que llegan hasta las orillas de este continente americano, donde en los años setenta del pasado siglo, pudimos contactar que solo en la ciudad de Caracas, había habitantes de todas las calles de ese barrio medio marinero que nombramos de Santa Cruz de Tenerife, el Barrio del Toscal.

La constante emigración del canario a través de los siglos…

EL BARRIO DEL TOSCAL
Sacudido hoy por la “política desarrollista”, de aquellos locales de espectáculos, Cine Toscal, Royal Victoria, Parque Recreativo o Teatro San Martín, y hasta el inolvidable cine el aire libre, el Ideal Cinema, solo nos queda ya, el nostálgico recuerdo a los que tenemos la suerte, o la desgracia, de haberlos conocido “en vivo y en directo”.

Lo mismo ha ocurrido con las ventas de Doña Aurelia – calle de las Tribulaciones – Celia – calle del Saludo – Guadalupe – La Rosa, esquina con San Francisco Javier -  Gonzalo - calle de Santiago -  y tantas otras que la memoria se niega a olvidar.

¡Que decir de los molinos de gofio! El de La India, en la calle de San Vicente Ferrer, fue un hito en nuestra particular historia. Era nuestra segunda casa, a escasa distancia de la nuestra donde vivimos más de cuarenta años… Lugar de reuniones de amigos de aquella juventud, salíamos de allí impregnados del olor de la maravillosa harina que fue el sustento principal de los canarios durante muchos años y que hoy se ha convertido en una excelente receta médica para el tratamiento del desarrollo de los niños: el gofio, harina de granos tostados, trigo y maíz, principalmente.

De aquellas calles solitarias donde se jugaba al fútbol con pelotas hechas con medias viejas, solo queda, como decimos el recuerdo, si bien algunos vestigios de ese pasado se niegan a desaparecer como el propio Molino La India, que mencionamos, o el grupo escolar Onésimo Redondo en la Calle de La Rosa, con sus paredes rojizas y sus rejas artesanales.

El Cuartel de Almeida, en los límites de ese barrio, sede del cuerpo de artillería del ejército español en aquellos tiempos, lo recordamos como el lugar donde nuestro padre ejerciera de practicante durante ese periodo de la guerra civil española, a las órdenes del también familiar nuestro, el galeno Sebastián Darías Montesinos.

Son recuerdos que se encuentran en el “disco duro” de la memoria y que de vez en cuando saltan a la escena motivados por acontecimientos que los activan como por ejemplo, días pasados cuando en un artículo publicado en EL DIA, se confundía el nombre del célebre arquitecto José Enrique Marrero Regalado, otro de nuestros ilustres parientes afincado en los límites del Barrio del Toscal, en la célebre La Muralla, donde algunas  veces nos recreamos viendo la desaparecida por “el progreso” playa de San Antonio, las gabarras, el muelle, los barcos… desde el estudio de este inmortal arquitecto.

Grupo del “Conejo Frito”: de izquierda a derecha. Nono. Paco, Nesti, Miguel, Sema, Mario, Lito y Elviro.

LA GENERACIÓN DEL TRAJE REVIRADO
Con este título, mi llorado amigo Alfonso García Ramos, definió aquella generación en un precioso artículo que publicó en el diario LA TARDE, en el cual era redactor en aquel entonces, cuando en el inicio de nuestras actividades empresariales, publicamos su novela TENEYDA, la cual casi nos sabíamos de memoria. Más tarde lo mismo hiciéramos con la primera obra de Alberto Vázquez-Figueroa Rial que también publicamos, y que contiene tres piezas teatrales, y cuyo ejemplar nos dedicara cariñosamente, hace solo unos años en la Feria del Libro que se celebró en el Parque Municipal de Santa Cruz de Tenerife.

Son estampas conmemorativas que traemos a estas líneas como un homenaje a la memoria que el tiempo ha querido conservarnos.

Eran personajes “del traje revirado” que dijera Alfonso. Al igual que nosotros.

La fotografía que ilustra este recordatorio es la pura expresión de una amistad nacida en ese pequeño reducto del barrio que comentamos, la cual se ha conservado a través de los años con una impresionante constante gracias a la bonhomía y la honestidad, de quienes aparecen en ella, todos de ese Barrio del Toscal, de nuestros recuerdos, desde donde vivimos la infancia que nos marcaría para seguir los senderos de una vida que nos transformó en ingenieros, arquitectos, químicos, docentes, farmacéuticos, directores de empresas, políticos… Toda una gran familia con decenas de descendientes regados por varios continentes del mundo, pero con un origen único: el Barrio del Toscal, de Santa Cruz de Tenerife.

Atrás quedan aquellos que, por su maldad, fueron apartados del grupo. Quedan los recuerdos de los partidos de fútbol, que como aficionados, organizamos en el Estadio de La Manzanilla, en La Laguna, los encuentros en nuestras celebraciones de cumpleaños, fiestas y excursiones, bodas y bautizos…los bailes juveniles que los domingos en la tarde organizamos en las azoteas de las casas, y hasta en el garaje del padre de Pacuco y Conrado… nuestra tremenda afición a las palomas mensajeras, construyendo palomares con maderas de cajones y clavos recogidos en las calles que luego teníamos que enderezar… visitas en hospitales, y encuentros en la distancia como en Madrid, Barcelona, Las Palmas… Venezuela – Caracas, o la Isla Margarita - en memorables ocasiones imposibles de olvidar por la riqueza de sus contenidos…

SEGUIMOS
Hoy, con el transcurso de toda una vida, podemos hilvanar estas líneas como un homenaje a la amistad, a ese divino tesoro al que solo pueden llegar los elegidos, pues no nos cabe la menor duda de que estamos viviendo un ejemplo memorable en el tiempo, donde un grupo de personas unidas por su lugar de nacimiento y desarrollo, han sabido transitar por estos mundo de Dios, con la antorcha de la amistad  como símbolo inequívoco de unos principios nacidos en la humildad, la generosidad y la comprensión de los valores de la vida, algo que se une de forma definitiva con nuestra experiencia del paso de los años, soportando lo que no vamos a nombrar para no enturbiar unos buenos recuerdos que nos hacen disfrutar en nuestras reuniones anuales, ante un típico almuerzo canario, con un buen escaldón, el queso fresco, las garbanzas y el “conejo frito”, todo ello regado con el vino tinto de la última cosecha.

Seguimos. Esto es lo que hay. Lo demás es… desperdicio.

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