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sábado, 25 de junio de 2016

UNA VISIÓN DEL ARTE OROTAVENSE

Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL

Alfonso Trujillo Rodríguez (1932-1979), simbolizó una figura esencial en el espacio de la historia del arte de nuestras islas, destacando su faceta humana y profesional en el ámbito universitario e investigador. En junio de 1976, Alfonso Trujillo Rodríguez presentó su obra Visión artística de la Villa de La Orotava, ofreciendo y desgranando toda una serie de valores históricos y patrimoniales que marcan, envuelven y definen el municipio orotavense. Desde la primera página, se apunta que la obra pretende responder a «la abreviación informativa, la valoración estética precisa y la máxima posibilidad de agrado en su manejo, apoyando la exposición en abundante material gráfico». Una investigación que, en sus palabras, surge con la finalidad de lograr elevar el «aprecio en que La Orotava debe ser tenida». Una breve descripción histórica permite al lector obtener una visión de la evolución económica, social y política de la Villa, ofreciendo, a continuación, toda una serie de detalles relacionados con la arquitectura civil orotavense, resaltando las características de su modelo. El arte religioso alcanza un lugar de privilegio en su texto. De esa forma, plantea una interesante evolución de las muestras más significativas en el patrimonio artístico y religioso, ofreciendo un itinerario que se inicia en la iglesia de la Concepción, destacando sus sucesivas fases de construcción y los elementos que en su interior definen y caracterizan el recinto religioso, anotando las numerosas joyas artísticas que atesora el templo. Igualmente, la parroquia de San Juan Bautista ocupa ampliamente su atención, señalando algunas particularidades de su evolución histórica y arquitectónica. Además, se detiene para ofrecer su visión sobre la iglesia de San Agustín, subrayando que, en el momento de realizar su análisis, el espacio religioso se hallaba cerrado al culto. En torno a la iglesia de San Francisco, expone múltiples detalles en los que analiza la riqueza artística del espacio. Por su parte, la influencia dominica en la Villa es objeto de atención a través del análisis del convento de Santo Domingo y la presencia y evolución de los frailes dominicos en el lugar, describiendo las capillas que se localizan en su interior y la evolución del espacio conventual, entre otros detalles, incluyendo unos apuntes sobre la ermita del Calvario. Otras manifestaciones del arte popular se reflejan en el libro, tal y como ocurre con las acequias de agua, los viejos lagares y la belleza única y efímera de las alfombras de flores que cada año cubren con un hermoso manto natural las calles en la Octava del Corpus Christi.   

La obra, finaliza con una breve conclusión en la que su autor muestra la esperanza de lograr que, a través del conocimiento de los valores históricos y artísticos del lugar, se pueda «tomar conciencia de los propios valores –pero sin chauvinismo-, colaborar en la necesaria educación de la sensibilidad, en el desarrollo urgente de una serena y respetuosa capacidad crítica, y así, en el logro de una sociedad mejorada». Un fragmento que resume y sintetiza la visión de una persona cuya labor hemos querido recordar cuarenta años después de su publicación.

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