Salvador García Llanos
Hay lances en cualquier
actividad de la vida que cobran carta de naturaleza, trascienden y se enquistan
en la sociedad misma. Aunque hayan durado una ráfaga, aunque no hayan quedado
pruebas gráficas. Pero quienes estuvieron allí y los vivieron, a su modo,
espectadores, los han retenido y los han ido retransmitiendo, de modo que
terminan siendo parte de la historia, o de una historia concreta.
Volvió a quedar
demostrado en el curso del pregón de la edición número cuarenta y cuatro del
Trofeo Teide de fútbol, leído por el incansable Isidoro Sánchez García, que no
fue defensa central como pretendía, porque su padre se empeñó en que ligara su
futuro a la ingeniería de montes y a la naturaleza.
El pregonero aludió a
una célebre acción ocurrida en el campo El Peñón, aún con cancha de tierra, en
el curso de un Puerto Cruz-Español (sí, entonces todavía con eñe), semifinal
del segundo torneo. El equipo catalán, dirigido por José Emilio Santamaría,
años después seleccionador nacional, se vio sorprendido por los locales que
practicaron un “fútbol ratonil con jugadas de tiralíneas”, célebre descripción
de Paco Lasso quien, ulteriormente, se convertiría en oficial mayor del
Ayuntamiento del Puerto de la Cruz.
En medio de esa
sorpresa, Tito del Pino, el genio de El Peñón que combinaba la técnica
individual con la picardía como muy pocos sabían hacerlo -para eso era un
genio, ¿no?-, se fue hacia una esquina del campo con el balón pegado a sus
pies, miró a izquierda y derecha y reclamó la cercanía de Pedro De Felipe, el
central internacional que vistió los colores españolistas tras varias
temporadas en el Real Madrid. Le llamaba ostensiblemente con uno de sus brazos para
intentar regatearle ¡colando el balón entre sus piernas! Lo que hoy se llamaría
un túnel. Del Pino a De Felipe. Quienes conocían las habilidades del primero no
pudieron reprimir las sonrisas. Los espectadores más cercanos a la esquina
contuvieron la respiración a la espera de la resolución de aquel lance y de que
no hubiera una reacción extrema por parte del defensor.
Ese momento ha quedado
ahí, en el imaginario o en la memoria colectiva, y ha sido recordado, una vez
más, cuarenta y tres años después, cuando el fútbol veraniego tiene nombre de
pico gigantesco al que subió el pregonero Sánchez las veces que hizo falta para
dar cobertura a la cita deportiva que, en este caso, coincide con el sesenta
cumpleaños de la Declaración del Teide como parque nacional. Al cabo de cuatro
décadas, lo bueno del torneo futbolístico es que ha evolucionado para superar
momentos delicados de crisis, introduciendo incluso actividades que ambientan y
suplementan la competición propiamente dicha.
El propio Isidoro
Sánchez, al final de su interesante relato, aportó una idea reivindicativa de
la igualdad para la próxima edición: que se incorpore la mujer, que el fútbol
femenino, tan dignamente representado en la isla por el Atlético Granadilla,
tenga un hueco en el Trofeo Teide, como lo encontraron los regionales, los
veteranos y los juveniles.
Y ahora, a ver si
Tenerife y Espanyol, que disputarán la final en el Municipal Los Cuartos de La
Orotava el próximo sábado, 9 de agosto, nos dejan más lances como aquel de Del
Pino y De Felipe.
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