Javier
Lima Estévez
Nació
don José Agustín Álvarez Rixo en el Puerto de la Cruz el 28 de agosto de 1796,
siendo hijo de don Manuel José Álvarez Pereira y Gregoria Rixo. Estudió en el
Seminario Conciliar de Las Palmas entre 1807 a 1809, tras haber vivido unos
años en Lanzarote fijó su residencia definitivamente en el Puerto de la Cruz.
Sus trabajos fueron múltiples, destacando la labor comenzada en 1828 de
recopilación de la documentación más importante sobre el municipio, trabajo en
el que continuó hasta que le faltó la vista. Murió el día 22 de septiembre de
1883. En sus Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava (1701-1872), destaca la
diversad de hechos que señala, pero un aspecto nos ha parecido sumamente
curioso, pues el autor dejó por escrito la longevidad alcanzada por algunas
personas de la ciudad y que a su juicio, por lo extraordinario para la época,
merecieron ser reseñas. La longevidad de estas personas en la obra Anales del
Puerto de la Cruz de La Orotava (1701-1872), será el aspecto en el que nos
centraremos y que pasaremos a describir en las siguientes líneas.
En el
año, 1838, tenemos el caso de una monja llamada San José Acosta, natural de
Icod de los Vinos, que tras la eliminación de la clausura a las monjas
catalinas en el Puerto de la Cruz, continuó recibiendo manutención y pudo continuar
además viviendo en el convento, muriendo a la edad de casi 90 años el 27 de
abril de 1838, indicando Álvarez Rixo que pudo haber acelerado su muerte el
hecho de que fuera “víctima tal vez del nuevo género de vida y continuo
devaneo, que le ocasionaba la tanta gente que entraba y salía continuamente en
el convento por curiosidad, cosa a que no estaba acostumbrada”.
El 31
de enero de 1839, falleció doña Narcisa de Franchy, tercera Marquesa del
Sauzal, a la edad de 90 años y tres meses de edad, siendo recordada por su
caridad hacia los demás.
El 4 de
febrero de 1853, falleció doña María de la Guerra, Marquesa de San Andrés, con
una edad de 90 años, siendo esta descendiente del célebre Marqués de San
Andrés.
El día
7 de febrero de 1859, murió doña María Machín Cotón, a la edad de 91 años y 5
meses de edad. Álvarez Rixo señala como esta señora conservo una mente lúcida
hasta el final de sus días y al mismo tiempo destacó como curiosidad la
capacidad de esta señora de poder leer “sin espejuelos durante los 15 ó 20 años
últimos, aunque antes los usaba, pero habiendo tomado ciertos polvos recetados
por el médico homeopático venido a Tenerife, cuyo vulgo le denominó el médico
brujo, tuvo esta felicidad”. El 5 de
abril de 1859 también falleció don Juan Máximo de Franchi, Marqués de Las
Candias, a la edad de 91 años y 6 meses, “quien conservaba su vista, perfecta
razón y agilidad” siendo éste vecino de la Villa y enterrado en tal lugar.
Con más
de 80 años murió el 26 de abril de 1861 don Antonio Domingo Gutiérrez, un
individuo humilde al que un sobrino suyo muy rico le costeó un ostentoso
funeral.
El 28
de abril de 1861 falleció el Presbítero don Francisco Luis Cairós a la edad de
90 años y un mes, indicando al respecto Álvarez Rixo como dicho Presbítero fue
fraile franciscano que consiguió salvarse del incendio que afecto al convento
franciscano de La Orotava en 1801 cuando éste se encontraba en su interior
ayudándose de unas cuerdas para salir por la ventana de su celda.
En
octubre de 1861 murió doña Juana Soria a la edad de 101 años y 9 meses de edad,
quien fuera vecina del Pago de San Antonio, destacando Álvarez Rixo como vivió
siempre en el mismo lugar y como mantuvo una asombrosa agilidad en su vida
diaria, recogiendo frutas ella misma a pesar de su avanzada edad y muriendo
desgraciadamente por una caída.
El 2 de
septiembre de 1862 murió don Manuel I. Esquivel a la edad de 84 años de edad,
siendo Párroco durante más de 47 años.
El 2 de
enero de 1868 falleció doña Dolores Gaugh, a la edad de 96 años. Había nacido
en Cádiz, llegando a Tenerife con su marido don Ricardo en el año 1810, huyendo
de los riesgos de una posible invasión francesa. Álvarez Rixo al respecto nos
deja una curiosidad con un toque de humor y es que esta señora, en torno a los
sesenta años, colocó una pequeña cantidad de dinero de por vida en un banco de
Londres. Pasando los años, desconfiando los banqueros ingleses de que la señora
pudiera continuar con vida, llegaron a visitarla con el fin de garantizar que
la misma continuaba viviendo y cuál fue su sorpresa al ver que la misma contaba
con 91 años de edad, viviendo tal señora aún unos pocos años más.
En el
año 1868 también nos encontramos con la muerte de doña Catalina García a la
edad de 101 años, natural del Hierro. Estuvo sirviendo como criada en casa de
unos ingleses en Santa Cruz de Tenerife durante los acontecimientos del 25 de
Julio de 1797 “siendo notable que hasta su fin cocía y enhebraba las agujas”.
El 7de
noviembre de 1868 falleció doña María Rodríguez, quien fuera viuda del vecino
de Realejo Alto Bernardo Jorge, quien en su juventud había estado 15 años en la
isla de Cuba.
El día
13 de mayo de 1872 murió don Nicolás Hernández Escobar a la edad de 93 años,
destacándose del mismo la vida honrada que llevó.
Hemos
visto, pues, toda una serie de ejemplos de personas que alcanzaron una avanzada
edad y que José Agustín Álvarez Rixo recogió en su obra.
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