Evaristo Fuentes Melián
Entre Buñuel y Almodóvar opino que hay una distancia
insalvable, y no un eslabón perdido. Dentro de la cursilería constante,
amanerada y verbenera de colores chillones, a cargo del cineasta manchego
Almodóvar, podemos mencionar como muy
impactante, la secuencia de 'La mala educación', en que en un colegio de
religiosos chapado a la antigua, un tribunal de curas examina al niño primero
de la clase. Hay un plano en barrido, con los rostros y la mirada de los
profesores de sotana, en que se adivina más pederastia morbosa que un examen de
cualquier asignatura programada. Pero esa no le llega a los talones a dos
secuencias insuperables a cargo del mago de Calanda, Luis Buñuel, que son estas
dos, ambas de 'Viridiana', Palma de Oro
del Festival de Cannes, 1961. A y B:
A.- El señor propietario de la mansión se ha ido de viaje, y
los sirvientes aprovechan para apoderarse de la mesa principal de comensales,
en una borrachera insaciable e incontenible; y
son doce y uno, como en la Santa Cena de Jesús en Cristo. Parodia
irreverente fruto de un ateísmo desaforado y galopante.
B.- Fernando Rey, en e l
papel de don Jaime, un viejo hidalgo español, es el tío de una joven monjita (bellísima
actriz mejicana Silvia Pinal) que viene unos días de permiso a la casa
familiar; y ese tío carnal, babosamente libidinoso, aprovecha que la sobrina
monja duerme, para meterle mano entre sus pechos y besarlos. Inenarrable, inconmensurable dentro de un sacrílego gesto
blasfemo e irredento.
Espectador
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