Evaristo Fuentes Melián
Ahora mismo, hace un par de días, se ha producido un ataque terrorista en la catedral Notre Dame de Niza; y ahora mismo se cumplen años (fue en 2004) del ataque terrorista yihadista en la estación de Atocha en Madrid, con más de un centenar de muertos.
El tema del
terrorismo es una lacra mundial que está consiguiendo efectos políticos de gran
alcance. Es tan conocido como preocupante, tanto en oriente como en occidente,
tanto en el norte como en el sur.
Muy pocos países se ven libres de esta 'servidumbre', y los que lo han conseguido es porque mantienen un alto grado de estabilidad económica o son pequeños en capacidad física y financiera de cara al exterior, y no reúnen condiciones que los hagan apetecibles para las multinacionales que capitalizan los intereses comerciales del ancho mundo.
Algunos países, diríamos que se lo han buscado, por su política de mala vecindad o por tener ubicadas en su demarcación territorial, razas distintas, con sus viejas rencillas históricas o hábitos y tradiciones de lengua, costumbres o religión, que los hacen convulsivos en sí mismos y en sus relaciones internas.
En algunos casos, y esto es lo más penoso, hay que achacar la inestabilidad territorial a los organismos internacionales creados a priori, teóricamente para preservar la paz; o creados solamente con finalidades comerciales internacionales (la ONU, la OTAN, la CEE más tarde llamada UE, la Liga Árabe…)
Todos ellos constituyen una parte importante de toda la culpa en el surgimiento de conflictos bélicos de las guerrillas, eufemismo que implica un alto grado de terrorismo.
En cuanto a la manera de denominar por definición a estos conflictos, se suele poner el adjetivo apelativo según de la parte de donde se miren: Mientras unos los consideran ‘guerra santa', otros los catalogan de ‘terrorismo de estado’. Simplemente.
En algunos casos, los organismos internacionales y el manejo de ellos por los países más poderosos--y su mala política en los territorios más inestables, propensos a crear conflictos--son también los culpables directos de que una mala gestión active y a veces expansione, guerras que muchos de los pequeños países o territorios afectados no ven otra manera de combatir con sus escasos medios, como no sea por la vía de la guerrilla incontrolada en escaramuzas mortales. Que también es terrorismo puro y duro.
ESPECTADOR
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