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martes, 10 de noviembre de 2020

LA CARDUCHA O CALDUCHA

Evaristo Fuentes Melián

La calducha o carducha, guagua urbana del casco antiguo de La Orotava--como bien dice el amigo Bruno-- tenía un trayecto principal Los Poyos- La Piedad. Empezó a funcionar a mediados de la década de los años cincuenta del siglo XX. En mi recordatorio he de relatar algunas anécdotas muy interesantes.

Era tal la novedad y la novelería, que una vez, cuando yo era un jovenzuelo, me pasé toda la tarde de un domingo montado en la guagua calducha, varias veces entre Los Poyos y La Piedad, ida y vuelta por media peseta cada trayecto (0,50 ptas.). Creo recordar que me gasté total y tontamente  la ‘propina’ que me daban mi padre y mi abuelo para pasar los domingos.

En cierta ocasión, otoño de 1954, llegó la primera plaga de cigarrones después de la Guerra Incivil, y al mediodía de un octubre con día muy caluroso del llamado ‘tiempo Sur’, iba yo en la calducha con mi inolvidable  amigo Santiago Estévez (Chago, por cierto: el mejor defensa de su tablero, entonces en  la primera regional tinerfeña de baloncesto);  y al llegar a la parada de la Cruz del Teide, nos asomamos por la ventanilla y vimos…¡ la plaga de langosta o cigarrón africano !, que cubría buena parte de nuestro cielo azul canario.

El precio del trayecto Los Poyos- La Piedad, era de media peseta, pero poco después (abril de 1957) subieron el precio a 0,75 (tres reales), y al poco tiempo, a una peseta por recorrido. Algunos pasajeros cotidianos protestaron tal medida…

Lo que también recuerdo es que La Orotava, como toda ciudad que se precie, tenía sus horas ‘punta’, especialmente cuando los obreros, artesanos, estudiantes, funcionaros  y algún burgués residente en la Villa Arriba y La Piedad, cogían la guagua en la Villa Abajo a la hora del almuerzo. Iba la guagua a esa hora de la una de la tarde, atestada, llena hasta los topes; el cobrador se las veía apurado para ir por el pasillo con estrecheces, cobrando con su bolsa de cuero, y parando en las paradas tirando o halando (jalando) del cordón diríase que umbilical de cuero que recorría toda la guagua por el centro del techo, trabado con argollas corrientes, hasta hacer sonar el timbre.

Pero al  llegar la guagua, llena hasta los topes en esa hora ‘punta’ de la una del mediodía, al llegar, repito, a la empinada cuesta del final de la calle de La Carrera hacia arriba, un poco antes de la Casa de los Balcones, se estrecha la vía, y la dos primeras guaguas, que eran  dos cacharos de segunda mano que fueron el primer patrimonio del empresario trasportista, se las veían y se las deseaban para coronar la empinada cuesta con peligro inminente, frente a la casona de Los Brier, una mansión que había albergado el colegio de Jesuitas un par de siglos antes, cuando fueron expulsados de España, en la Amortización de Mendizábal.

Allí, en esa mansión, estuvo Francisco Franco presente en las Fiestas de La Orotava, como Comandante General de Canarias,  en junio de 1936, un mes antes del Alzamiento Militar, de la Guerra Incivil.  Se habló entonces subrepticiamente de que se perpetró un atentado contra el que luego sería Generalísimo, aunque ese atentado, a mi parecer, no pasó del deseo vehemente de algunos elementos de la extrema izquierda canaria…

Esta fue buena parte de la historia de las primeras carduchas o calduchas, guagua urbana de la Villa de La Orotava. Posteriormente se fue mejorando el servicio, y en la actualidad el trayecto Los Poyos-La Piedad, con extensión hasta la barriada de San Antonio,  es cubierto por la guagua número 372.

Han pasado unos setenta años…Casi nada.

ESPECTADOR 

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