Evaristo Fuentes Melián
Eugenio Zárate
repitió curso Sexto conmigo, 1954.55, pero repitió no por torpe, sino por su
problema en la manera de hablar. En cierta ocasión fue a Madrid a que lo viera
un logopeda especializado. Igual que una genial película inglesa, pero en esta
película, el que tenía dificultades en el habla, era nada menos que un rey
Jorge de la dinastía monárquica inglesa.
Eugenio era serio y buen compañero y muy cuidadoso con sus propiedades, desde su coche Peugeot 403 (el mejor modelo de la Peugeot) hasta sus fincas agrícolas en el Sur.
La buena suerte del matrimonio de Eugenio con Adelita Altamirano no hay quien se la quite. Para demostrar lo bien avenida que era la pareja, ahí están esos seis hijos. Y ese hermoso chalet de la calle Cólogan, construido bajo el proyecto y dirección de un gran arquitecto, de los de más fama en Tenerife: Tomás Machado y Mendez Fernández de Lugo, apellido compuesto también ilustre, que viene desde la Conquista, hace más de quinientos años.
En el terreno de las anécdotas he de contar una buena y otra mala. La buena es que en mayo de 1961 estábamos una pandilla de amigos, incluido Eugenio, en el Lido San Telmo, celebrando el primer ascenso a futbol de Primera del CD Tenerife. Pero poco después vino la anécdota mala: le raptaron su hermoso Peugeot 403 aparcado en la avenida de Colón. Su disgusto fue tremendo. Lo rescató a las pocas horas.
Prosigamos: la fiesta anual de Antiguos Alumnos, AAAA Salesianos, la celebrábamos a lo grande los primeros años: misa, comida de hermandad y encuentros deportivos. En el partido de futbol correspondiente, Eugenio no tenía ni mucho menos, esa pegada (chute, en inglés españolizado) que tenía el inolvidable JJ Reyes Duclos, que daba un chute en el campo de tierra exterior, con tal potencia que el balón pasaba por encima de los tejados del colegio e iba a caer al patio central de baldosas. (Donde por cierto recibimos solemnemente un día de 1953, a un ministro de Educación Nacional, don Joaquín Ruiz-Giménez, acompañado del gobernador civil de esta provincia, nada menos que don Carlos Arias Navarro.)
Lo que hacía Eugenio era arbitrar el partido del día de los AAAA. Pero (aqui viene la anécdota más gozosa, pero es mentira, pecado venial, el que quiera creerla que la crea), en aquella ocasión, al arbitrar Eugenio, prolongó el partido sin motivo, pues no había habido pérdida de tiempo que pudiera justificar el alargamiento. Y llega el minuto 95, 96, 100, 115 minutos...y Eugenio no pitaba el final. Y nos percatamos todos los asistentes, de que en realidad, en su trabazón oral lingüística, Eugenio se había puesto nervioso y no le salía el pitazo final....
Eugenio: has sido un hombre de bien, mereces descansar en paz.
ESPECTADOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario