Salvador
García Llanos
Julio
Rodríguez Carrillo, arquitecto jefe de la oficina técnica municipal del
Ayuntamiento portuense, recogió, durante la emotiva y alegre despedida que le
tributaron sus compañeros, lo que ha sembrado durante su desempeño profesional
activo: el respeto, el aprecio y el afecto. Una cuestión de talante: Julio lo
tiene y casi todos -concejales de Urbanismo que son y han sido, incluidos- le
arroparon en una celebración jubilar que le pilló de sorpresa (no tanto a su
familia que fue cómplice de los preparativos).
Cuando
iba para arquitecto, acreditó maneras sobradas en distintas disciplinas
deportivas: futbolista, nadador, tenis de mesa y hasta saltador. Se formó en
los Salesianos, de La Orotava; pero sus escenarios natiurales estaban en San
Telmo, El Penitente y El Peñón. Allí siempre se vio a un joven delgaducho, ya
conspicuo en esto de jugar de defensa central o de delantero centro, mantenerse
entero durante veinticuatro horas jugando al ping-pong o cruzar a La Cebada,
pese a los peligros del célebre cantar.
Pero
también tuvo madera de actor. ¡Cómo que aún la contrasta en el grupo La
Pandilla! En aquellos años de juventud arrebatadora, hizo escala en hi-fi, en
el parque San Francisco y el caluroso salón de actos del antiguo colegio de los
Agustinos.
Después
vinieron los años de estudios universitarios, en Las Palmas de Gran Canaria,
con las ganas de acabar la carrera y la ilusión de retornar cada cierto tiempo
para estar al lado de los suyos, en la calle Santo Domingo, y hasta en el
callejón de Pacheco para asistir a la misa de la capilla de los Pérez,
reclamado por Irlanda.
Accedió
al Ayuntamiento y sustituyó a Joaquí Jalvo en la jefatura de la oficina.
Llegaron los planes de ordenación y los especiales, y las ordenanzas de uso, y
las infracciones, y los siniestros -alguno, por cierto, al lado del domicilio
familiar-, y las medidas de precaución que era necesario adoptar en
determinadas situaciones. Las denuncias y las infracciones urbanísticas, las
reuniones para interpretar el derecho urbanístico y los informes de los
proyectos..., en fin, todo eso que forma parte de la gestión técnica en un
municipio de las peculiaridades que tiene el portuense.
Al
cabo de tantos años, Julio Rodríguez Carrillo pasa a engrosar las clases
pasivas. Su esposa, Lourdes, y sus hijas, le acompañaron y agradecieron la
iniciativa de su original celebración en la que pudo percibir el afecto que ha
sabido granjearse. Reconoció que era difícil mantener el tipo pero él lo hizo,
sabiendo que a su alrededor se desplegaba eso que no se prodiga tanto en la
sociedad de nuestros días: la relación social y amistosa, la que queda en medio
de una deshumanización progresiva.
Un
escenario artesanal e improvisado, unas sorpresas domésticas y un brindis por
la salud y el futuro completaron la jornada, pródiga en evocaciones y
anécdotas. ¡Feliz jubilación y buena suerte!
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