Salvador García Llanos
David Sánchez cambió su maestría
de educación física por el pequeño taller que abrió en El Ortigal, donde
perfecciona su condición de lutier, esto es, una persona que construye o repara
instrumentos de cuerda. Y para quienes no tenían otra referencia de la lutería
que la más o menos apreciada en las actuaciones del grupo argentino de humor,
Les Luthiers, ahora tienen una excelente oportunidad de contrastar su arte en
la exposición que ofrece (hasta el próximo 2 de marzo) la sala La Ranilla Arte
Cultura bajo el título “Lutería, de la tradición a la expresión”, inaugurada
anoche con presencia del consejero de Empleo, Comercio, Industria y Desarrollo
Socieconómico del Cabildo Insular de Tenerife, Efraín Medina, quien descubrió
el lugar para su satisfacción.
Sánchez presenta doce
instrumentos que reflejan un quehacer exquisito, un probado amor por la obra
bien hecha. Es la artesanía elevada a la exquisitez. Si, por un lado, el autor
trata de romper la rigidez que, en muchos casos, parece caracterizar el oficio,
no solo lo consigue sino que logra también una originalidad fuera de lo común
con sus nudos, sus pliegues y sus curvas, formas caprichosas y filigranescas
que revelan un quehacer esmerado, una labor manual que arranca, si se quiere,
de un retroceso al pasado para avanzar hacia concepciones en las que resulta
visible una confección pletórica de matices plásticos y estéticos.
Huye David Sánchez de la
repetición mecánica de piezas, como si desafiara la producción industrial con
una creatividad osada y perfeccionista. Es, si se quiere, una forma de
reivindicar la artesanía pura, hasta hacerla una “disciplina artística por
derecho propio”, un primer paso fundamental para poner en valor el trabajo de
quienes se dedican a estas labores y a duras penas ven recompensadas su
dedicación.
Los doce instrumentos que exhibe
en La Ranilla Arte Cultura son el fruto de la exploración, de nuevas
incursiones para hacer ver que los obstáculos no son insalvables, sean cuales
sean los materiales que se empleen. Cuando las cuerdas de las guitarras, las
contras y los timples ya están dispuestas, aptas para tensionar y afinar, el
artista habrá completado una tarea singular, primorosa.
Como lo fue también la
presentación de Josele Del Pino, un portuense virtuoso de la contra y del timple,
que deleitó, junto a su alumno, el realejero José Javier Machado, con unas
interpretaciones que reflejaron el dominio de las cuerdas de estos
instrumentos. Josele, además, originario del barrio, se llevó hasta La Victoria
los aires de la marea y los ambientes de la plazoleta Pérez Galdós, su pasión
por la música. Allí compone, investiga y enseña. Con fresca espontaneidad, no
solo introdujo el arte de David Sánchez, sino que explicó, sin estridencias, el
alcance de su quehacer. Del Pino es ya un timplista consumado, un músico al que
hay que escuchar con atención pues en cada entrega hace gala de una soltura
sobresaliente, como si se paseara por las cuerdas e invitara a que le
acompañasen en una nueva interpretación. Su discípulo, desde luego, ya lo hace.
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