Evaristo Fuentes Melián
Con el aforo lleno al ciento por
ciento, más de cien personas asistieron, el pasado día 16 de febrero, a la
presentación del libro “El Hotel Marquesa, La Paz y los Cólogan en el turismo”,
de Nicolás González Lemus, en el emblemático más que centenario Hotel Marquesa.
La nutrida representación de la alta alcurnia (diríase jet-set) que había entre
los presentes, llenó la sala en semisótano, en un acto cultural que resultó de
una importancia trascendente. La principal falla que se produjo, en mi modesta
opinión, fue que el señor alcalde, después de sus bien moderadas y hasta
exquisitas palabras, se mandó a mudar. Malo, malo, en especial porque no pudo o
no quiso oír a los oradores posteriores, empezando por Melecio Hernández Pérez,
ese señor que en toda regla personifica la cultura, y en la esfera de la
intelectualidad portuense figura entre sus miembros más destacados. Otros
señores, Javier Lima Estévez, como mantenedor, y Carlos Cólogan Soriano,
también disertaron con abundancia de datos sobre el libro que se presentaba. Y,
en fin, Nicolás González Lemus habló con su ronquera habitual, agravada por una
inoportuna gripe, que hacía inaudible en las bancadas posteriores algunos
párrafos de su discurso. Lemus se mostró muy agradecido por la ayuda prestada
para la elaboración de este libro.
El amigo Agustín de Armas,
aficionado a la fotografía y a las preguntas finales en todo debate público,
además de articulista como hobby, retrató para la posteridad algunos aspectos
visuales del desarrollo de este importante acto. Al final hubo un cóctel en
el ‘Salón Teide’. Entre los oradores,
hubo algunas críticas sobre la venida a menos, turísticamente hablando, del
Puerto de la Cruz. Críticas que quiero enlazar con unos versos del inolvidable
Nijota, poeta festivo que versificó sobre el Puerto ‘in illo tempore’, y dejó
reflejada para la posteridad, con sus lisonjeras rimas, la realidad de entonces
en esta ciudad turística pionera en Canarias.
Espectador
PUERTO DE LA CRUZ VISTO POR
NIJOTA
A mí me agrada el Puerto, ¡no lo
puedo negar!
Y no' por las bananas que
pudiera exportar.
Porque yo, de esta fruta no
tengo ni una sola,
Y ni trato con “Faifes”, ni empleo el «Areola».
No soy agricultor, ni
comerciante, ¡es cierto!
¡Pero es una < burrada> lo que me gusta el Puerto!
Y no el Puerto así a secas; pues
cuando el Puerto digo,
Del Puerto de la Cruz hablo,
lector amigo.
¡El Puerto! Pueblo bello, alegre
y soleado,
Entre las plataneras y la mar
recostado;
Qué decir de sus chicas, las
graciosas porteñas,
tan simpáticas todas, tan
lindas, tan risueñas.
¡Sus paseos con música en la
plaza del Charco:
Su pequeña bahía donde se mece
un barco.
El infaltable Yeoward que viene
tantas veces
Con abrigadísimo cargamento de turistas
ingleses.
Y el Taoro, la meca del turismo
insular
Magnifico escenario donde se ve
la mar.
¡Oh la frágil inglesa y la
gruesa alemana,
Que nos traen los usos de la
Europa lejana
¡Y en la playa del Puerto se
bañan sin ambages
Con sus trajes de baño (hay que
llamarlos trajes).
! Oh la gruesa alemana y la
frágil inglesa
Que nos enseñan todo lo que es
corte y belleza.
¡Puerto de la Cruz! Pueblo
cosmopolita, amado,
Por todo lo que he dicho y por lo que he
callado!
Tengo mi corazón a tus gracias
abierto
¡Tengo mis ilusiones ancladas en el Puerto!
NIJOTA
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