Antonio-Pedro Tejera Reyes
En esta confusión en la que nos
encontramos los mortales sobre los valores naturales que nos rodean, una
personalidad de mi más íntima relación, me pide el comentario sobre un texto
deslavazado, en el cual, lo único coherente es la inseguridad que refleja quién
lo ha producido, sobre los valores de la vida, el tránsito por este mundo, y
las peculiaridades que todo este entramado conlleva.
Poco habrá que rememorar sin hacer
demasiado esfuerzo, para concretar una respuesta fiel a tanta confusión, cuando
la experiencia de muchos años, nos ha puesto en las más insólitas situaciones
donde la pericia y la necesidad nos han ido llevando con su sapiencia, hasta
nuestra actual situación ante la vida, soportando escenarios donde la
infidelidad, la injusticia, la incomprensión, la sinrazón y la maldad, han
vivido enfrentadas a los más altos valores del respeto, el amor, la honradez y la
honestidad, como dicen los principios de Rotary Internacional… La buena fe como
norma en toda nuestra actividad, el aprecio a toda ocupación útil y la
dignificación de la propia, la aplicación del ideal de servicio en toda nuestra
vida familiar, profesional y pública, la buena voluntad y la aplicación de la
cultura de paz, en todo nuestro recorrido…
Nos llevan estás reflexiones a considerar
que nuestra actitud ante el mundo debe ser equitativa para todos, debe crear
buena voluntad cargada de honestidad, y ser beneficiosa para toda la comunidad.
Nada más.
Asentamiento principal del Archipiélago
Juan Fernández, el poblado San Juan Bautista, en la isla Robinson Crusoe, en
medio de Océano Pacífico a 720 millas de las costas chilenas, un lugar para
descansar y evadirse del mundo “civilizado” …
La confusión que pueda producir en la
consideración de las cosas que son importantes o no para las personas, deberían
estar contestadas en estas profundas líneas anteriores sin más aditamentos,
pero ante toda esa serie de incógnitas que existen en el referido texto
aludido, nos provoca adentrarnos en otras consideraciones, que nuestras
experiencias nos colocan en la mente, como simples respuestas a las
incertidumbres que se encuentran reflejadas en el mismo.
Pareciera imposible cambiar el
sentimiento y el razonamiento humano de aquellos cuyos genes vienen tarados
desde su propia cuna. Si todos pensáramos que lo mejor es la paz, no habría
guerras.
Decía un famoso escritor americano que
“la maldad no descansa”. Esto, que parece no tener mayor relación con nuestro
pensamiento, lo tiene y mucho, pues forma parte del escenario que nos rodea y
que nos hace sentir lo que hacemos, lo que pensamos y lo que vivimos.
Está claro que lo importante es lo que
abarca a toda la comunidad. No lo que satisface nuestro propio ego. Esta es una
respuesta contundente que deberíamos hacernos ante cualquier situación, y que
seguro si hubiese sido practicada por quienes nos han vilipendiado en esta
vida, estaríamos en muchas mejores condiciones para seguir la senda de la
cultura de paz que abrazamos con todas las fuerzas que nos quedan, una labor
que llega mucho más lejos en su proyección mundial de aquello de “el deber
cumplido”, pese a quienes les pese.
Mercadillo de los hipiles, en la isla
española de Ibiza (Baleares) emporio de la comunidad mundial “protestante”,
donde desde los años sesenta del pasado siglo se podían presenciar los más
extraños personajes.
En nuestros comentarios públicos sobre
las consecuencias, hemos puestos muy en claro que no podemos pretender que
todos entendamos que es lo importante, o a que se le debe dar importancia. Los
seres que han nacido con intenciones ególatras, es muy difícil cambiarlos.
Detrás de todo esto están las malas ambiciones inconfesables contrapuestas con
la honradez y la honestidad de principios.
El que una persona se sienta feliz con lo
que hace, como vive, o con quién trata, forma parte de un ambiente mítico que
viene desde sus propios genes, algo perfectamente demostrable cuando vemos el
proceso de las generaciones… “es de buena familia”, quiere decir algo. Existen
modelos que conocemos, de una y otra parte, que dan la razón, pues desde “una
buena familia” se puede engendrar a un ladrón o a un asesino; y por la otra
razón, hemos sido víctimas, de quienes han seguido en su vida la senda de la
maldad: “se puede ser todo lo malo que se quiera si es que nadie se entera”.
Es indudable que detrás de todas estas
reflexiones tiene que comparecer la humildad. Si esta no existe es muy difícil
aceptar muchas de las situaciones que se nos plantean a diario. Perseverar en
nuestro deseo de ser útil a la sociedad es algo complicado si pensamos que lo
nuestros es siempre lo mejor. Un examen de conciencia o la entonación del “mea
culpa” no sirven para nada cuando se ha hecho el daño. Esta aseveración es una
respuesta exacta a toda la larga serie de consideraciones que se nos han hecho
en el escrito que refiero, y cuyo matiz, está signado por una larga serie de
inseguridades que afortunadamente, nosotros tenemos desde hace años
contestadas, atendiendo a las razones que en dos señaladas memorables ocasiones
nos fueron expuestas por dos solitarios personajes; uno en la española isla de
Ibiza, en los tiempos de los hippies, y el otro en la isla de Robinson Crusoe,
allá, en el Archipiélago de Juan Fernández – 720 kilómetros, en medio del Océano Pacífico – de
la costa de Chile.
Las cosas no tienen la importancia que
nosotros queramos darle, su importancia está en el valor real que tienen para
la sociedad…
El proceso vital de la soledad tiene
mucho que ver en esto.
*Del Grupo de Expertos de la Organización
Mundial del Turismo de la ONU
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