Víctor Yanes
Irene X y Marwan son síntomas
del imperativo salvaje del mercado a toda costa. Ellos escriben una poesía
realmente mala, plana, tonta, condenada al olvido, como tantos otros productos
del laboratorio mercantil, que crea efímeras anécdotas creativas para el
consumo sin más arraigamiento que el de “hacer caja”, estar de moda y alcanzar
la aceptación de una estimable cantidad de seguidores.
Siempre he creído que la buena
poesía es la que permanece, la que se relee después de años, reeditándose
nuevamente los intensos estados emocionales de las primeras lecturas. La buena
poesía puede llegar a convertirse en un evento relevante en la vida de un
lector. La buena poesía es incansable e incombustible y toma una forma muy
parecida a la del amor diáfano y sin mentiras y que siempre deja una
inolvidable huella.
Irene X y Marwan son dos piezas
de un engranaje que posee un objetivo claro: sacarle un más que aceptable
rendimiento económico a la poesía a través del método del etiquetaje. Etiquetar
un género como la poesía, conduce a simplificarla, reducirla, limitarla a una
expresión sentimentaloide insignificante y sin ningún interés.
La poesía es otra cosa. No es
pose de pésimo juego con insoportables malas rimas e intimismo barato de amor
quinceañero y, por supuesto, no es ni nunca será, gozar del respaldo vacío de
una legión de seguidores acríticos en las redes sociales.
Irene X y Marwan son dos nombres
de una amplia pléyade de poetas, nacidos entre finales de los años 70 y
mediados de los 80 del siglo pasado y que forman parte de lo que algún crítico
imprudente y temario ha llamado la generación del “logro poético”. Es la
euforia de la resolución de un sueño que ni ellos mismos, seguramente,
esperaban. Estos advenedizos que han ascendido con sorprendente velocidad hasta
la cumbre de los expositores de mercancía en los grandes almacenes, plasman
sobre el papel simples efluvios sentimentales, en los que todo es un enorme
pantano de aburrimiento previsible. Entonces, ¿podemos concluir que La Fnac y
El Corte Inglés bautizan a los grandes poetas de nuestro tiempo?, ¿qué ridículo
todo, verdad?
Lo importante es vender, lograr
que la poesía venda. Para ello hay que conseguir que la poesía se convierta en
un artículo fuera de cualquier tipo de inclinación hacia la vanguardia o la
extravagancia no impostada. La poesía, a diferencia de la narrativa, por
ejemplo, necesita (no siempre ni en todos los casos) de una lectura reposada,
porque en ocasiones, un poemario está compuesto de un lenguaje de dificultoso
entendimiento y eso, indefectiblemente, sitúa a la poesía en el “estatus” de
género ciertamente minoritario o por lo menos no mayoritariamente leído por la
población.
Tengo amigos poetas, cabreados
con el éxito de estos autores que representan la decadencia posmoderna y nunca
la creatividad que puede despertar, precisamente, la posmodernidad. No entiendo
muy bien la razón de tanto escándalo cuando cosas así ocurren. La poesía como
la música es tratada igual que pura mercancía de compraventa y, en esa
transacción, cualquier valor relacionado con la profundidad de un pensamiento o
con la hondura emocional de la existencia humana, no es considerada como
"económicamente relevante" o eso parece.
Algunos poetas amigos, expresan
en las redes sociales su irritación con el éxito insignificante de Marwan o
Irene X. Da la impresión de que lo desean, que anhelan ese éxito para ellos
mismos. A mí el éxito, en términos de reconocimiento ansioso o de muchacho
pobre al que no le invitan a la fiesta y, en consecuencia, se siente herido, no
me interesa lo más mínimo.
Resumiendo: el mercado necesita
legionarios de la causa dispuestos a participar del Show Business. La poesía es
otra cosa, como el amor en esencia que poco tiene que ver con la firma de
contratos de compraventa. Si quieres ser un poeta de éxito y vender muchos
libros y ser un vanagloriado narciso exento de malas críticas, tendrás que
aprender a venderte en las redes sociales. Muestra lo que haces, transfórmate
en mago de un espectáculo grotesco, no experimentes nuevas formas con las palabras
en la gratificante soledad creativa, no te arriesgues, ni te salgas del guion
establecido, no vaya a ser, poeta, que pierdas dinero en el intento. Existes
como poeta para vender libritos de versos y recibir un aluvión de aplausos y
reseñas en el Babelia, ¿puede un escritor alcanzar más gloria que la de
aparecer en el Babelia, en el suplemento cultural sabatino de El País? Ja, sí
es así, y el Babelia te rinde honores con trompetas sonoras de cariño y afecto,
entonces, te has consagrado, artista.
Esta guerrilla insulsa de Irene
X, Marwan y compañía, ese rollo de grupo consagrado que espero que ningún
avezado crítico vuelva a señalar como la generación de la nueva poesía, morirá
tarde o temprano porque el mercado libre cambia, como si de cromos se tratase,
a los actores del fervor consumista, con verdadera y atroz falta de escrúpulos.
Inocentes criaturas todas y todos, han caído en la dolorosa trampa.
No, Dios Santo, la poesía es
otra cosa, el amor, la vida en general, la literatura es otra cosa, más allá
del sacrosanto €uro. Ah, me olvidaba de lo más importante: la calidad y el
compromiso con el trabajo y la obra es lo de menos.
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