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sábado, 4 de febrero de 2017

CISNE NEGRO; AQUÍ, SERVIDOR DE USTEDES

Lorenzo de Ara

Escribe lo siguiente Arcadi Espada: “Basta un cisne negro para negar que todos los cisnes sean blancos.” Si tuviéramos presente dicha aseveración, muchos perderíamos el miedo a que nos señalaran por la calle. Perderíamos el temor al qué dirán. Dejaríamos atrás para siempre la pesada hipocresía que nos convierte en cobardes. Seres espantadizos que enmudecemos ante una mentira porque sabemos que la mayoría de los “otros” están de acuerdo con la mentira, con la injusticia.

Y se nos va la vida con la cabeza gacha, mansos como corderitos camino del matadero.

Hace tiempo que me propuse poner punto y final al “sí” por obligación. Reír la gracia del gilipolla porque está sentado en el poder, o la del otro que por estar a la vera del número uno se crece ante nuestros ojos, queriendo imponer una realidad que solo complace a los suyos.

El cisne negro muchas veces está agotado. Muchas veces está decidido a tirar la toalla; dejar de combatir, enseñar la bandera blanca y mostrar la rendición. Ante la fuerza arrolladora de los cisnes blancos, definitivamente la soledad y el frío desgastan la moral. Comprensible.

Sin embargo, alguien me convenció hace poco que los cines negros abundan. Por el momento es verdad que se encuentran desperdigados. Ni siquiera hay comunicación entre ellos. Prefieren subsistir en oquedades dentro de una sociedad embrutecida por las redes sociales y la partidocracia. Pero el cisne negro no está en peligro de extinción.

A mí me costó asumir que lo era. ¡Que lo soy! Cuando me levanté una mañana y me miré al espejo comprobando que efectivamente no era como los borregos que se postran ante el primer irreflexivo con ínfulas de emperador local o insular, ese día por primera vez en mucho tiempo no tuve que callar. Cierto que me echaron a la calle (en realidad me empujaron a que perdiera la condición de hombre acomodado), pero en la pobreza económica, ganando una miseria y a un paso de tener que llamar a la puerta de Cáritas para impedir que la pobreza frunza el mañana de mis seres más queridos, el cisne negro lo que nunca volverá a hacer es entregarse a la dictadura del mediocre, porque son los mediocres los enemigos a los que hay que derrotar.

No los soporto. Apestan, ocupan un lugar que no es el suyo. Son los cisnes blancos. Hoy mayoría, sí, pero más pronto que tarde, como sucederá en Cataluña y también aquí en Canarias, y al igual que sucedió con la piara de cerdos mordidos por espíritus inmundos, acabarán precipitándose al abismo, y entonces una sociedad libre de trabazones será en verdad dueña de su presente y su futuro.

Si eres un cisne negro, confórtate; no estás solo. No lo estás.

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