Lorenzo de Ara
Escribe lo siguiente Arcadi Espada:
“Basta un cisne negro para negar que todos los cisnes sean blancos.” Si
tuviéramos presente dicha aseveración, muchos perderíamos el miedo a que nos
señalaran por la calle. Perderíamos el temor al qué dirán. Dejaríamos atrás
para siempre la pesada hipocresía que nos convierte en cobardes. Seres
espantadizos que enmudecemos ante una mentira porque sabemos que la mayoría de
los “otros” están de acuerdo con la mentira, con la injusticia.
Y se nos va la vida con la cabeza gacha,
mansos como corderitos camino del matadero.
Hace tiempo que me propuse poner punto y
final al “sí” por obligación. Reír la gracia del gilipolla porque está sentado
en el poder, o la del otro que por estar a la vera del número uno se crece ante
nuestros ojos, queriendo imponer una realidad que solo complace a los suyos.
El cisne negro muchas veces está agotado.
Muchas veces está decidido a tirar la toalla; dejar de combatir, enseñar la
bandera blanca y mostrar la rendición. Ante la fuerza arrolladora de los cisnes
blancos, definitivamente la soledad y el frío desgastan la moral. Comprensible.
Sin embargo, alguien me convenció hace
poco que los cines negros abundan. Por el momento es verdad que se encuentran
desperdigados. Ni siquiera hay comunicación entre ellos. Prefieren subsistir en
oquedades dentro de una sociedad embrutecida por las redes sociales y la partidocracia.
Pero el cisne negro no está en peligro de extinción.
A mí me costó asumir que lo era. ¡Que lo
soy! Cuando me levanté una mañana y me miré al espejo comprobando que
efectivamente no era como los borregos que se postran ante el primer
irreflexivo con ínfulas de emperador local o insular, ese día por primera vez
en mucho tiempo no tuve que callar. Cierto que me echaron a la calle (en realidad
me empujaron a que perdiera la condición de hombre acomodado), pero en la
pobreza económica, ganando una miseria y a un paso de tener que llamar a la
puerta de Cáritas para impedir que la pobreza frunza el mañana de mis seres más
queridos, el cisne negro lo que nunca volverá a hacer es entregarse a la
dictadura del mediocre, porque son los mediocres los enemigos a los que hay que
derrotar.
No los soporto. Apestan, ocupan un lugar
que no es el suyo. Son los cisnes blancos. Hoy mayoría, sí, pero más pronto que
tarde, como sucederá en Cataluña y también aquí en Canarias, y al igual que
sucedió con la piara de cerdos mordidos por espíritus inmundos, acabarán
precipitándose al abismo, y entonces una sociedad libre de trabazones será en
verdad dueña de su presente y su futuro.
Si eres un cisne negro, confórtate; no
estás solo. No lo estás.
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