Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
Alfonso Trujillo Rodríguez (1932-1979), representó una
figura esencial en el ámbito de la historia del arte de nuestras islas. El
periodista y colaborador de éste periódico, Paco Pérez, expuso el pasado mes de
abril unas interesantes pinceladas sobre la vida y obra de una persona que
destacó por su faceta humana y profesional en el ámbito universitario e
investigador. En junio de 1976, Alfonso Trujillo Rodríguez presentó su obra
Visión artística de la Villa de La Orotava, ofreciendo y desgranando los valores
histórico-culturales que marcan, envuelven y definen el municipio orotavense.
Desde la primera página, se apunta que la obra pretende responder a «la
abreviación informativa, la valoración estética precisa y la máxima posibilidad
de agrado en su manejo, apoyando la exposición en abundante material gráfico».
Una investigación que, en sus palabras, surge con la finalidad de lograr elevar
el «aprecio en que La Orotava debe ser tenida». Una breve descripción histórica
permite al lector obtener una visión de la evolución económica, social y
política de la Villa, ofreciendo, a continuación, toda una serie de detalles
relacionados con la arquitectura civil orotavense, resaltando las
características de su modelo. El arte religioso ocupa un lugar de privilegio en
su texto.
De esa forma, plantea una interesante evolución de las muestras más
significativas en el patrimonio artístico religioso, ofreciendo un itinerario
que se inicia en la iglesia de la Concepción, destacando sus sucesivas fases de
construcción y los elementos que en su interior definen y caracterizan el
recinto religioso, anotando las numerosas joyas artísticas que atesora el
templo. Asimismo, la parroquia de San Juan Bautista ocupa ampliamente su
atención, señalando algunas particularidades de su evolución histórica y
arquitectónica. Además, se detiene para ofrecer su visión sobre la iglesia de
San Agustín, destacando que, en el momento de realizar su análisis, el espacio
religioso se hallaba cerrado al culto. En torno a la iglesia de San Francisco
expone múltiples detalles en los que analiza la riqueza artística del espacio.
Por su parte, la influencia dominica en la Villa es objeto de atención a través
del análisis del convento de Santo Domingo y la presencia y evolución de los
frailes dominicos en el lugar, describiendo las capillas que se localizan en su
interior y la evolución del espacio conventual, entre otros detalles. Finaliza
su análisis artístico-religioso con unos apuntes sobre la ermita del Calvario.
Otras manifestaciones del arte popular se reflejan en el libro, tal y como
ocurre con las acequias de agua, los viejos lagares y la belleza única y
efímera de las alfombras de flores que cada año cubren con un hermoso manto
natural las calles en la Octava del Corpus Christi.
La obra, finaliza con una breve conclusión en la que su
autor muestra la esperanza de lograr que, a través del conocimiento de los
valores históricos y artísticos del municipio orotavense, se pueda «tomar
conciencia de los propios valores –pero sin chauvinismo, colaborar en la
necesaria educación de la sensibilidad, en el desarrollo urgente de una serena
y respetuosa capacidad crítica, y así, en el logro de una sociedad mejorada».
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