Agustín Armas Hernández
La comisión de fiestas y sus componentes se alternaban en
sus funciones todos los años. El presidente solía ser el alcalde, que en aquel
tiempo era Don Isidoro Luz Cárpenter. Recordemos a continuación los nombres de
algunos de estos comisionados, todos ellos fallecidos: Don Miguel Miranda, Don Juan y Don Rafael Oramas,
Don Pedro Pérez Noda, Don Pancho Galindo conocido por “El bicho”, Don Darío
Franco, etc., este último organizador de las carrozas que intervenían en las
sortijas, batalla de flores, confetis y serpentinas. Muchos desearían que volviesen estas costumbres pero estamos
en tiempos muy diversos, y es razonable acomodarnos a ellos.
...Las campanas al vuelo y el compañerismo de los cañonazos
en su sonar asincrónico era la tónica agradable de cada tarde desde que
comenzara el tan esperado mes de julio. Estos sonidos ansiados unidos al tardío
verano alegraban el corazón y elevaban el espíritu de todos los portuenses
nacidos a la ribera de la mar y también de los más alejados. Se acercaban las
fiestas mayores en honor del Gran Poder de Dios y la Stma. Virgen del Carmen;
de ahí nuestra alegría teniendo en cuenta lo difícil de aquellos años de la
década de los cincuenta y de las pocas fiestas de las que podíamos disfrutar –
lo contrario de hoy en día – veríamos lo coherente de dicha alegría y ansia de
estas fechas tan importantes para los portuenses.
Veamos: en aquellos años que sucedieron a nuestra guerra
civil fueron difícilmente críticas para las arcas del Gobierno Español y por
ende para la de todos los hogares de nuestra patria. La economía quedó por los
suelos, y la crisis se acentuó y prolongó con el conflicto bélico mundial. Los
gastos que se ocasionaron con esta guerra dejaron secuelas de variada índole,
algunas de ellas aún perviven, sobre todo en lo familiar. La austeridad que le
siguió fue grande, hasta tal punto que los diferentes municipios de nuestra
maltratada geografía no podían – por este motivo – gastar mucho dinero en
fiestas. Pero… como dice el refrán: “no hay mal que por bien no venga”. La crisis
monetaria fue el estímulo para que todos los vecinos de un mismo pueblo
colaboraran con los ayuntamientos y comisiones de fiestas para que las mismas
se llevaran a cabo. En aquel entonces el ayuntamiento portuense tenía – hoy
creo que no – su comisión de fiestas y sus componentes se alternaban en sus
funciones todos los años. El presidente solía ser el alcalde, que en aquel
tiempo era D. Isidoro Luz Cárpenter. Recordemos a continuación los nombres de
algunos de estos comisionados, todos ellos ahora desaparecidos: D. Miguel
Miranda, D. Juan y D. Rafael Oramas, D. Pedro Pérez Noda, D. Pancho Galindo (el
bicho), D. Darío Franco, etc., este último organizador de las carrozas que
intervenían en las sortijas, batalla de flores, confetis y serpentinas. A las carrozas
mejor engalanadas se les solía premiar con dinero. Veamos la cuantía de los
premios que estableció la comisión de fiestas del año 1950: 1er premio – 1.000
ptas., 2º premio – 500 ptas., y 3er premio – 250 ptas. Una nota aclaratoria en
dicho programa dice lo siguiente: “si a juicio del jurado los automóviles
presentados no reúnen el suficiente mérito en su decoración y atavío de las
señoritas ocupantes, el primer premio se considera desierto”.
Las cintas para las sortijas solían donarlas las firmas comerciales y
señoras de esta localidad, siendo pintadas y bordadas por conocidos artistas
portuenses. Destacamos a algunos de ellos: Dña. Manuela Miranda, Dña. Clorinda
Padrón, D. Jerónimo Rodríguez, etc. El coso donde se corrían las populares
sortijas era en la Plaza del Charco, y la meta donde se colocaban las cintas
estaba ubicada en la desembocadura de la calle Quintana con dicha plaza. Las
carrozas eran sin lugar a dudas de una exquisitez artística de muchos quilates,
famosas en todas las Islas y fuera de ellas. Su fama le viene desde las que
antaño hacían nuestros abuelos en los también famosos carnavales del Puerto de
la Cruz.
Por las razones expuestas, los lunes de las fiestas del
Puerto se veían invadidas de gentes venidas de los pueblos adyacentes y también
de los más alejados de la Isla.
Expongo a continuación los nombres de algunos artífices y
colaboradores de estas artísticas carrozas. Hélos aquí: D. Benito Hernández
(zapatero), D. Paco Ortiz (cartero), Dña. Etelvina Martín Padrón, etc. Siendo
sus colaboradores más destacados: Pedro Ángel Gómez, Pepe Fregel (fotógrafo),
Aurelio González Perdigón, Isidoro Herrera, etc. Colaborando también con los
constructores todas las jóvenes que participarían más tarde en el coso citado.
He aquí los nombres de estas bellezas que eran el toque final y la gracia de
las carrozas en las batallas de flores: Cándida Rosa e Hilda González Perdigón,
Conchita y Armenia Carrillo, Catuja Tamajón, Rosa y Carmita Palenzuela, Mª
Adela Hernández, Carmela Suarez, Zenaida González, etc. Todas ellas actualmente
madres de familia de una nueva generación de portuenses.
El carpintero que solía colaborar en el ensamblaje de las
carrozas era también el desaparecido D. Ángel Barroso Abrante (Barroso), siendo
su ayudante el conocidísimo Pepe Castilla (Pepín), los chasis automovilísticos
para las carrozas los aportaba la firma Hernández Hermanos; la madera, Las
Afortunadas y la Vda. Yanes; y el papel, los distintos empaquetados de
plátanos, el pegamento para pegar el papel se hacía con los restos de harina de
trigo que gentilmente cedían las panaderías de las familias Torrens.
Al amanecer del lunes de las fiestas las carrozas ya
estaban terminadas y a punto. Sólo quedaba que las guapas que las ocuparían
fueran a dormir un poco, para después dirigirse a las dos únicas peluquerías
que habían asignadas en aquel entonces, la de Marina Acosta y hermanas
Carrillo, las cuales se distinguían con sus especialidades en peinados
femeninos.
Tengo en mi poder los nueve programas de las fiestas de
julio correspondientes a la década de los cincuenta, cedidos por el Sr. D.
Andrés Carballo, poeta y colaborador de este distinguido rotativo EL DÍA.
Aunque de aquellas fiestas me quedan algunos recuerdos – pues era muy joven –
visualizando estos programas y viendo los actos culturales y artísticos que se
efectuaron entonces y los intervinientes en los mismos sólo me sale esta
expresión: ¡Aquellas sí que eran fiestas!, teniendo en cuenta que este escrito
se hará demasiado largo si entro a detallar cada uno de estos programas; solo
mencionaré algunos de los personajes intervinientes en los actos del año 1950,
dejando para otra ocasión el resto, donde está escrita una parte importante y
maravillosa de la vida cultural y artística del Puerto de la Cruz.
“Frontispicio y Glosa” es el escrito que dedica al Puerto
de la Cruz, D. Luis Álvarez Cruz; “Callad, silencio”, de D. Martín Pérez
González y que dedica al Señor del Gran Poder; “Spes Vitae et Virtutis”, de D.
Luis Membiela de Vidal, y “La Plaza del Charco” de D. Antonio Ruiz Álvarez,
tres poesías contiene este programa dos de D. Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo,
“La criada y la escoba” y “La rana y la gallina” correspondiendo la tercera
doña Victoria Ventosa y Cullen de Pérez.
No quiero concluir este articulito sin destacar de este
programa el anuncio de la entrada en el templo parroquial de Nuestra Sra. De la
Peña de Francia del ilustre y Rvdo. Obispo de la diócesis Dr. D. Domingo Pérez
Cáceres, acompañado de las comisiones eclesiásticas. Esto ocurría a las 10 de
la mañana del día 10 de julio. Y a las 10:30 comenzaría la solemne función
religiosa de medio Pontifical dedicado al Gran Poder de Dios ocupando la
sagrada Cátedra el MID Leopoldo Morales Armas; la música sacra estuvo a cargo
del orfeón “La Paz”…
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