Agustín Armas Hernández
(ROMANCE DEL PUERTO DE LA CRUZ)
Destapé el baúl de los recuerdos. Rebuscando encontré algo
muy interesante: dos trabajos literarios de lo más lindo que se ha escrito
sobre el Puerto de la Cruz; pensé que se habían extraviado, pero no era así,
sino que dormían, en el fondo del arcón, el largo sueño de los tiempos.
Un romance y un poema, que muchos no conocen, sobre todo la
gente, más joven. Son de un valor extraordinario. Y, permanecieron olvidados en
el vetusto mueble, durante varias décadas. El romance, que data de los años
40/50, dice mucho del pasado histórico y glorioso, de la hoy Ciudad Turística
de Canarias. Y, el poema otro tanto de su belleza y ubicación.
Hoy vamos a entrar en el lindo romance, y conocer el nombre
de su autor y, también, algo de su biografía.
“Para propicia ocasión, pienso no muy lejano, dejaremos el
segundo poema, y el nombre de su autor etc.”
D. Luis Gálvez Monreal, autor de este primer trabajo
literario, nació en Madrid el año 1911 y falleció en Puerto de la Cruz
(Venezuela) el 24 de enero de 1987, a la edad de 76 años. Fue su esposa Luisa
Acosta Miranda (hija de D. Andrés Acosta). Fruto de dicho enlace fueron tres
hijos: Luis, Caridad y Andrés Gálvez Acosta.
Conocí, personalmente, a D. Luis Gálvez, y a su familia, en
los años 50 del siglo XX cuando andaban por estos lares. Sabía que era
profesor, Escritor y poeta muy famoso. Pero no lo traté íntimamente, cosa que
he lamentado mucho. Pero, si conozco muy bien a mi gran y buen amigo Melecio
Hernández Pérez, Memorista e historiador de temas isleños, especialmente los
que se refieren al Puerto de la Cruz y sus avatares. Melecio fue alumno de D.
Luis Gálvez cuando impartía sus clases en la hoy Ciudad Portuense, (en aquel
entonces pueblo). En la década de los 40 –siglo XX- funda la Academia Gálvez en
la casa familiar de su suegro, calle Cólogan (concretamente en junio de 1949.
Melecio conserva, aún. Un recibo de las clases recibidas en el mes de junio de
1949, su valor es 40 pesetas. Lleva firma.
Acudí a mi amigo Melecio en busca de información sobre el
personaje que estamos tratando. He aquí lo que me transmitió, de sus escritos
ya publicados en otros medios:
“Luis Gálvez Monreal, fue personaje de grata memoria que,
como profesor, dedicó gran parte de su vida a la enseñanza por antonomasia;
pero como hombre de letras, tuvo alcance internacional como escritor y poeta
qué compartió su obra entre las dos orillas atlánticas.
Nuestro personaje, que había nacido en Madrid, iba a quedar
ligado para siempre al Puerto de la Cruz al contraer matrimonio con una
portuense. En la población norteña estableció su hogar en un ambiente liberal,
muy propio de la idiosincrasia del Puerto de mitad de siglo XX, que se abre a
su espíritu tertuliano. En tiempo de ocio, ávido de la libertad que le privaba
el régimen de entonces, gustaba disfrutar de dos espacios del mar y el campo.
Por los años 40 y 50 se entrega en el Puerto a la docencia,
magisterio que desempeña aportando al sistema educativo la novedad de asociar
la naturaleza con lo lúdico y el deporte combinación simbiótica atractiva para
el alumnado. Fue el primero que introdujo en el Puerto la práctica y enseñanza
del baloncesto, formando equipos y competiciones que se celebraban,
principalmente, en la Plaza del Charco.
De su creación literaria son buera muestra sus dos novelas
más conocidas que guardan relación con el paisaje y la vida de nuestros
pueblos. «Dos mundos y un volcán» (Editorial Oceánida, Madrid 1952), de
favorable crítica y acogida, fue declarada por la Universidad de Oxford, cómo
obra de interés para los estudiantes de lengua castellana y otros centros de
estudios superiores del Viejo Continente.
Con «La ciudad tiene otra cara», Premio-Pérez Armas 1955,
escrita con fino estilo, del que deliberadamente elimina toda concesión, al mal
gusto, en el que, so pretexto de un falso realismo, han incurrido algunos
autores. La referida novela ofrece un lenguaje sencillo y concreto, salpicando
sus personajes el relato con giros y modismos canarios leve y habilidosamente
dosificados, sin caer en machacona reiteración; que hubiera deslizado la obra
hacia un peligroso y fácil costumbrismo.
Para Gálvez Monreal, dos formas de novelar se disputan la
primacía del género: la que <se desarrolla dentro de un ambienté ideal y
ficticio, cómodo y fácil» y aquélla en que el relato es «una justa y exacta realidad».
Pero su ambición hubiera sido fundir ambas tendencias logrando <<una
fantasía que se asienta sobre la realidad, o lo que es más difícil, una
realidad surgida de la fantasía creadora»
Como opina «El Universal» de Caracas, el torbellino dé las
pasiones dé Gálvez se había serenado un poco, y era posible escribir. En dicho
periodo se torna prolífero y alcanza varios premios, de prestigio revelándose
come escritor de garra y carácter.
No hay que omitir que el intelectual había sido un «ex
cautivo, fichado como desafecto a un régimen de fuerza».
Sería su convicción ideológica una de las razones que le
mueven a cruzar el Atlantito. Y así, en plena madurez, arriba a Venezuela. Para
entonces, Luis Gálvez gozaba de autoridad literaria en el país venezolano, pues
era ya conocido por sus trabajos en las revistas caraqueñas «Tierra Firme» y
<< Lírica hispana», que no duda seleccionar su nombre y una parte de su
obra en un número extraordinario dedicado a «Tres poetas de la guerra de
España».
El periodista, escritor y vate, dirige allá por la década
de los sesenta el diario «La Prensa>> (Venezuela). Al radicarse en
Anzoátegui, ejerce la docencia y el periodismo, dos de sus mayores pasiones.
Dirige también «El Tiempo», «La Voz Caribeña», «El Barcelonés», entre 'otros
medios de comunicación social, y es fundador del desaparecido «Diario de
Oriente».
Siendo director del Liceo Cajigal, de Barcelona
(Venezuela), publica un libro por iniciativa de sus alumnos que recopilan parte
del material literario y poético disperso en periódicos y revistas. «Cosecha
crepuscular» (1980) es el feliz resultado. La obra la conforman cuatro
capítulos que recogen romances, el relato «La casa del diablo» y la novela
corta «Eslabones y sortijas».
Muchos de sus romances siguen anidando actualmente en la
memoria del pueblo portuense. El dedicado al Puerto, que lleva el nombre de la
ciudad turística, es un vivo ejemplo”. Deleitémonos leyendo el tan bonito y
delicado romance.
Tenía la tarde aquella
una cúpula de incendios
con claros de amaneceres
y verdes de mar abiertos.
¡Madre, que tarde más guapas
estas tardes de mi puerto:
cielo de tules rosados
sobre un mar de plomo inquieto.
I
¡Ay, Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
Espolón lleno de casas,
que te fuiste, mar adentro,
buscando no sé qué rumbos
por no sé qué derroteros.
Ya perdiste tus castillos
y no tienes tus conventos.
Tus calles, ahora desiertas,
echan llorando de menos
pasos torpes y canciones
de marinos extranjeros
que te llenaban de plata
a cambio de vino añejo
sangre de venas inquietas
que regaba el mundo entero.
II
¡Ay, Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
En mis delirios te busco
y en mis delirios te encuentro.
A mi conjuro, se pueblan
tus caserones, ya viejos,
y sus salas resplandecen
con festines versallescos.
Oro y plata en las pelucas;
plata y oro en los cubiertos.
“Tisus” y “muarés” finísimos
en los escotes abiertos.
Ritmo alegre de pavanas,
reverencias y minuetos…
Pulidos maestros de baile
que de la Francia vinieron.
Deslumbradores estrados,
tertulias y mentideros
que se podían comparar
con cualesquier de su género.
(Lejos, en la mar inquieta,
lejos, en el mar incierto,
al rumor de los cordajes
arrancado por el viento,
evoca al marino rubio,
capitán de algún velero
horas felices, pasadas
cierta noche allá en el Puerto.)
III
¡Ay, Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
embalsamado en ausencias,
en olvido y en el silencio.
Recostado en los encajes
que la mar te ha ido tejiendo
parece como que añoras
otra vida y otros tiempos.
Yo, mi Puerto, te llorara,
te lloraría como muerto
si no supiera que sufres
un letargo pasajero.
Tienes colores de joven
lozano, jugoso, fresco,
paisajes de maravilla,
alrededores de ensueño…
A los pies del viejo Teide,
coloso, ceñudo, serio,
pareces como una perla
que el Valle guarda en su seno.
¡Ay, Puerto, mi Puerto mío!
¡Ay, Puerto mío, mi Puerto!
Luis Gálvez Monreal.
Posdata: el Romance fue premiado en los juegos Florales
celebrados en el Teatro
Topham el 25 de enero de 1947.
El 5 de agosto de 1997, siendo alcalde Marcos Brito
Gutiérrez, recibió de
manos del portuense Gregorio Llanos la donación de libros
de Gálvez para
la Biblioteca Iriarte de esta Ciudad.
La letra del himno al Puerto de la Cruz es de D. Luis
Gálvez con música
del compositor D. Enrique Orti (1807-1961).
Parte de este escrito esta tonado de un artículo que, sobre
el personaje,
Hace mi querido amigo Melecio Hernández Pérez, en el
rotativo “El Día”
el sábado 2 de agosto de 1997.
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