Salvador García Llanos
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), a día de hoy
la mayor organización internacional, concebida para mantener la paz y la
seguridad en el mundo, promover amistad entre las naciones, mejorar el nivel y
defender los derechos humanos, denunció en su día la necesidad de una reforma
del sistema agrario y alimentario mundial, para “nutrir a las personas
hambientas que existen actualmente en el planeta”. Para acometer tal reforma,
interpretó que las inversiones en agricultura son indispensables para aumentar
la capacidad productiva agrícola y los sistemas de producción alimentaria
sostenibles. De ahí que, teniendo en cuenta el terrible dato, ochocientos
veinte millones de personas siguen padeciendio subalimentación crónica, fijara
la lucha contra el hambre como el segundo de los diecisiete Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS).
A estas alturas, convenimos en que el camino hacia un
planeta más eficaz y resiliente pasa por la erradicación del hambre. Las
imágenes de los desastres naturales, como sequías o inundaciones, suelen venir
acompañadas de cuantificaciones de elevadas pérdidas en cosechas y productos
básicos para la alimentación. Algunas de las cifras asustan. Y cuesta hacerse a
la idea de lo que significa la recuperación de áreas de cultivo. Si a ello se
añaden los procesos de sobreexplotación que sufren bosques, océanos y suelo,
las consecuencias derivadas acentúan los problemas. El trabajo de campesinos,
agricultores y ganaderos está claramente en peligro.
La ONU también ha fijado fecha: el año 2030, o sea, una
década para intentar acabar con este mal de nuestro tiempo y asegurar “el
acceso de todas las personas, en particular los pobres y las que se encuentren
en situaciones vulnerables, incluidos los lactantes, a una alimentación sana,
nutritiva y suficiente durante todo el año”. Eso implica una segunda meta:
“Poner fin a todas las formas de malnutrición, incluso logrando, a más tardar
en 2025, las metas convenidas internacionalmente sobre el retraso del
crecimiento y la emancipación de los niños menores de cinco años, así como
abordar las necesidades de nutrición de las adolescentes, las mujeres
embarazadas y lactantes y las personas de edad”.
Claro que tales metas no se alcanzarán si, por un lado, no
se asegura la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y se
desarrollan prácticas agrícolas resilientes que aumenten la productividad y la
producción, contribuyendo al mantenimiento de los ecosistemas; y por otro, si
no se fortalece la capacidad de adaptación al cambio climático, los fenómenos
extremos con la desertización, sequías, inundaciones y pérdidas de suelo tras
las erupciones. Apoyar el desarrollo de las zonas rurales y asegurar el buen
funcionamiento de los mercados de productos básicos alimentarios y sus
derivados resulta también primordial para la consecución de este ODS de la
sociedad de nuestro tiempo: luchar contra el hambre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario