Agustín Armas Hernández
“Todo pasa”, decía el filósofo griego Heráclito. Y
el profeta Job nos dejó escrito, en las Sagrados Escrituras lo siguiente:
«El hombre está en la tierra cumpliendo un
servicio, sus días son los de un jornalero. Como el esclavo suspira por la
sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos,
me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿cuándo me levantaré? Se
alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más
que lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo, y
que mis ojos no verán más la dicha.» Esto quizás, no les guste a algunos, les
suene un poco pesimista, pero es una verdad muy grande. Sobre todo, para las personas mayores, que
ven como pasan sus días muy rápidamente.
Si, pasó el tiempo del jolgorio, de la locura,
pasó “el carnaval”, para muchos “tan alegre y divertido”.
Vino luego la cuaresma, que es el momento para la
reflexión, meditación, oración y penitencia y también quedó atrás.
En plena Semana Santa nos encontramos. Semana de
pasión.
Nos toca hacer balance sobre nuestra actividad y
actitud, como cristiano. Nos concentramos en nuestro interior y nos
preguntamos: ¿qué hemos hecho durante todo el año ahora pasado? ¿Nos hemos
comportado y hemos actuado como Dios manda, teniendo sobre todo en cuenta que
somos hombres mortales, que algún día
tendremos que dejar esta tierra, para dar cuentas a nuestro Hacedor, al que
aquí nos ha puesto, con unos mandatos a cumplir?
A mí personalmente, la Semana Santa, me alegra,
pero, por otro lado, me entristece. Me alegra porque me da la oportunidad de
ponerme en bien con Dios, mediante la confesión y comunión.
Pero, también me apena, pensando en la Pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo, “Dios hecho carne: venido a este mundo para
redimirnos del pecado”. También en lo solos y doloridos que quedaron la Virgen
Santísima como sus queridos discípulos.
En estos días de la Semana Santa, miles de
personas, venidas de todos los pueblos de la isla, visitan nuestros templos,
del valle de La Orotava, participando con nosotros, ya sea, en los actos
litúrgicos, o bien acompañando a los pasos procesionales por las calles de
costumbre. De entre estas procesiones e imágenes tengo que destacar dos de
ellas que, por su belleza y recogimiento, siempre me han impresionado. Me
llegan al corazón. Se trata del Crucificado y la Virgen de los Dolores, en la
madrugada del Viernes Santo en el Puerto de la Cruz, y el Señor de la Columna y
la Virgen de la Gloria, el jueves, en San Juan (villa de arriba) La Orotava.
Posdata: en las Sagradas Escrituras nos
encontramos sentencias que nos hacen mucho Pensar. Todas son verdaderas y aleccionadoras, para
llevar una vida espiritual. Pero, lo que escribiera el profeta Isaías,
(65,17-21) es, sin duda alguna, es de lo más alentador y esperanzador.
Leámosla:
Así dice el Señor: Mirad, Yo voy a crear un cielo
nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento,
sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. Mirad voy a
trasformar a Jerusalén en alegría, y a su pueblo en gozo; me alegraré de
Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no de oirán en ella gemidos ni
llantos¸ ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no colmen sus años,
pues será joven el que muera a los cien años, y el que no los alcance se tendrá
por maldito. Construirán casas y las Habitarán, plantarán viñas y comerán sus
frutos.
Palabra de Dios.
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