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sábado, 31 de marzo de 2018

LA SUBLIME VIDA CORRIENTE


Iván López Casanova 

Las declaraciones de la madre de Gabriel han puesto en evidencia que en la persona corriente puede habitar una bondad heroica, y que lo sublime se mezcla con la vida diaria: gracias Patricia. Y me recuerda la importancia de recuperar el concepto de lo sublime para el tiempo actual.

Javier Gomá lo expone con claridad: «Una sociedad sin ideal —y lo sublime es una forma de ideal— está condenada fatalmente a no progresar, a repetirse y a la postre a retroceder». Para el filósofo español, hay que purificar la noción de sublimidad de la rémora que lleva a asociarla con lo terrible y aun con lo siniestro, y devolverle el sentido de «una sublimidad de la finitud y amiga de los límites, urbana más que natural y dispuesta a absorber la vulgaridad para transformarla».

El pasado año presenté a Javier Gomá en el Real Casino de Tenerife, en la conferencia que tituló La imagen de tu vida, donde precisó más aún esta idea. Nos dijo que muchas personas pensarían que no podrían ser artistas con obras de arte que los trascendieran pinturas, esculturas, poemas, etc.; pero a Gomá ese planteamiento le parecía erróneo, porque todo individuo puede entregar a la posteridad la imagen de su propia vida sublime. Ahora bien, para ello deben ser virtuosos; y ello suponía que los héroes morales contemporáneos se encontrarían en la existencia cotidiana, trabajando y viviendo codo con codo con sus colegas, conocidos y parientes: como Patricia Ramírez.

«Me rebelo justamente contra la reducción de la realidad, contra la instauración de una franja estrecha para la vida humana –¡y para el arte!, una franja donde no hay lugar para el héroe, ni para el santo». Así de contundente se expresa Adam Zagajewski cuando reflexiona sobre lo sublime. Este escritor polaco, Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2017, ha meditado mucho en que «hoy, lo sublime es en primer lugar una experiencia del misterio del mundo, un escalofrío metafísico, una gran sorpresa, un deslumbramiento y una sensación de estar cerca de lo inefable»; en la importancia de transformar lo sublime en «una tela donde hay lugar para el heroísmo, la santidad, la locura, la tragedia, la cordura y, ¡cómo no!, también para la risa y la cotidianidad, porque es cierto que la cotidianidad es bella».

Se trata de elevar la vida diaria y engancharla a lo sublime. Pero para ello hay que encontrar su conexión con algo heroico, con el misterio y lo espiritual, porque si no la existencia se vuelve chata y aburrida: ¿para qué las aventuras de la generosidad, el perdón, el agradecimiento, la superación, la benevolencia, la cooperación, el cuidado, la donación o el regalo, por citar solo lo que hemos visto hacer a Patricia, madre de Gabriel Cruz?

Me parece el momento perfecto para realzar la poesía, la donación y lo espiritual. Porque ya está bien de vivir y educar hijos con raquitismo interior, sin el alimento interior necesario, haciendo de ellos criaturas escépticas y sin brújula para orientar sus vidas hacia lo sublime. Se trata, por el contrario, de formarles para que sepan manejar su libertad y sus límites; y eso se logra proporcionándoles ideales valiosos que sustenten ese mundo espiritual tan propio de los niños, y exigiéndoles para que adquieran virtudes.

Lo aclara bien Adam Zagajewski: «Hay una voz superior que de vez en cuando –raras veces, por desgracia nos habla. Aunque esta voz suene una sola vez para no volver a sonar hasta el cabo de muchos años, a partir de entonces todo cambia radicalmente, porque este hecho significa que la libertad que tanto amamos y perseguimos no es nuestro único tesoro; además aquella voz que a veces oímos no nos la arrebata, sino que nos revela sus límites y nos demuestra que es imposible alcanzar una emancipación absoluta».

O sea, en la vida corriente y con límites, aspirar a lo sublime.

Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.

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