José Peraza Hernández
Me he trasladado al Puerto de la Cruz, en estas
mañanas donde la brisa del populoso muelle pesquero, donde sopla la brisa con
olor a salitre, pero también llegan el olor a los churros, que se encuentran a
varios metros, justamente en la Calle Perdomo, conocido de toda la vida, en
este lugar portuense y fuera de él. Perdomo, en sus primeros años, era un tan
sólo un Guachinche, Bodegón, un Bar. Con el paso de los años ha ido creciendo,
poco a poco, a esfuerzo de trabajo. Hoy día ha dado un giro de más del cien por
cien. Allí he hablado con él, para saber profundamente, el secreto de eso
esplendidos churros. Aunque hay que decir que también tiene otras
especialidades. Pero en el caso de hoy, vamos a hablar, de esos flamantes
churros.
BAR PERDOMO, HOY RESTAURANTE Y CHURRERÍA PERDOMO
EN PUERTO LA CRUZ
Corría el año 1993, cuando abre sus puertas un
nuevo Guachinche, Bodegón y Bar, en esta ciudad marinera de Puerto de la Cruz.
Bar que lleva el nombre de “Bar Perdomo”, situado en el mismo corazón del
muelle pesquero. Abría desde el amanecer, con el fin de que los pescadores,
marineros y transeúntes, pudieran acobijarse y pedir aquello que le apetecía.
Solían tomar coñac, parra, el sol y sombra, otros muchos cafés, cortado o los
bocadillos variados. En esa época se pedía el bocadillo de caballa, donde
también había variedad de jamón, queso, mortadela, salchichón y así un largo
etcétera.
En ese año se procedió a solicitar la
correspondiente licencia de apertura, que fue solicitada por doña Josefa del
Cabo Galindo, como Bar Cafetería, junto a la calle Mequinez. Fue otorgada el 24
de febrero de dicho año 1993. Pero cuando recibe la autorización fue un 12 de
marzo del mismo año. A partir de aquí, don José Manuel Bello Martín, su esposo,
se encontraba al frente del mismo. Podemos ver la fachada de esa época, que no
se asemeja a la actual. El mismo lugar donde se encuentra esos escalones y
baranda. Tiempos, tiempos. Hay que decir que siempre ha sido un lugar muy
familiar. En eso años eran el matrimonio quien lo regentaba, hoy en día ha
pasado a manos de su hijo, quien lo regenta, hasta la fecha de hoy, quien me
dice: -y que continúe.
Al fallecer sus padres, toma las arriendas en el
año 1979, José Santiago Bello Cabo. Con el paso de los años, ha ido creciendo
poco a poco, a esfuerzo de trabajo, Hoy día no se conoce, ha sido un gran giro.
Donde he hablado con él, para saber a fondo, el secreto de eso esplendidos
churros. Aunque hay que decir que también tiene otras especialidades. Pero en
el caso de hoy, vamos a hablar, de eso flamantes churros. “Perdomo”, en sus
primeros años, era un Guachinche, Bodegón, como ya hemos mencionado, donde con
el paso de los años ha ido, creciendo poco a poco, a esfuerzo de trabajo. Loos
churros solo se hacían los días de sábado domingo y vísperas de festivos, pero
en vista de la gran demanda, hubo que ampliarlo a todos los días de la semana.
No cabe duda, que venir a está cuidad portuense, y no pasar por la Churrería
Perdomo, no tiene perdón de Dios.
Hoy lo he visitado, como dije al principio, en
estas mañanas donde la brisa del populoso muelle pesqueros, me llega el olor a
salitre. Pero también llegan el olor a churros y chocolate, de las mesas
próximas. Nos encontramos justamente la calle Perdomo, conocida de toda la
vida, en este lugar portuense y fuera de él.
Visitamos el lugar, ante todo, por sus críticas positivas. Estábamos
esperando comer esos buenos churros, después de todo, me lo han recomendado,
sabemos qué es, el mejor lugar para saborear los ricos churros que están en
esta ciudad turística de Puerto de la Cruz.
Desde el mismo muelle, podemos observar esos
paraguas de colores, con esas cómodas y sencillas sillas, las que están en toda
la calle, para que los clientes disfruten de los mismos, como de la brisa y el
rayito del sol. Por último, recordar que, no dejen de pasar por esté lugar.
Cuando degusten estos Bellos churros, como dice su apellido, seguro que
repitieran.
Santiago, tiene unas manos, muy finas, como su
propio aceite, trabajo que realiza con cariño y placer para todos sus clientes,
con el fin que marchen con ese sabor a churros y chocolate, al igual como los
que trabajan allí. Buenos profesionales, que siempre atienden con una buena
sonrisa. No olviden que tienen una nueva cita.
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