Iván López Casanova
La semana pasada recibíamos en el Servicio de
Cirugía B del Hospital Universitario de Canarias la siguiente misiva: «Estimado
Dr. Carrillo: Sea extensivo mi agradecimiento a todos los profesionales que
estuvieron atendiéndome durante mi estancia en la planta 7 par de Cirugía
General, fueron 46 días que eran parte de mi familia (sic)». Y después de
nombrar, uno a uno y con sus nombres propios, a todos los cirujanos y
residentes −«que lo daban todo de sí para mejorar mi estado»−, y también «a las
enfermeras y enfermeros, auxiliares, personal de limpieza y secretaría», terminaba:
«Gracias a todos, porque, aunque sea un trabajo y se les pague para eso, el
hacerlo con amor se nota».
Esta felicitación dice más sobre la convivencia
–tan agrietada, hoy− que muchos sesudos ensayos, los cuales yerran en la
perspectiva al abordar las relaciones entre los diversos actores que las
constituyen. Un ejemplo: la propia relación médico-paciente ha sido expuesta en
numerosos artículos como una pugna entre el poder médico y la autonomía del
paciente, desnaturalizando así el clima de confianza que solo crece si la
relación clínica logra una relación interpersonal especial, lo que Laín Entalgo
denominaba «amistad médica».
La relación entre pacientes y sanitarios ni es una
lucha entre derechos ni un conflicto de poderes, sino una relación interpersonal
de cuidado y confianza. Precisamente, esta cuestión fue el tema de mi Trabajo
Fin de Máster en mis estudios de Bioética. Expuse mis argumentaciones
humanistas contra muchas tesis que entendían la relación clínica en clave de
conquista de derechos: en el fondo, desde una pobre mirada de desconfianza,
bajo la comprensión de lo humano desde la sospecha y la confrontación entre
poderosos y débiles.
Me parece importante desvelar la huella en nuestra
cultura del pensamiento de Michel Foucault, para conocerla y, luego, poder ser
crítico. Este pensador francés, con su escritura brillante, insistió de modo
principal en la búsqueda de estructuras ocultas de poder. Roger Scruton, lo
resume así: «Según Foucault, a toda práctica, a toda institución y a todo lenguaje
le subyace poder; su objetivo es descubrirlo y redimir a las víctimas». Y esto
supone que toda estructura sirve para el dominio: la familia, los hospitales,
la universidad, las instituciones políticas, la religión, etc. En consecuencia,
solo cabe una mirada turbia y desconfiada sobre ellas; y el agradecimiento y la
cordialidad serían posturas ingenuas. ¿Se dan cuenta del contenido
revolucionario de la carta de nuestro paciente al demostrar que la realidad es
cordial y que se puede construir una sociedad agradecida?
Otro ejemplo: afrontar las relaciones varón-mujer
desde la perspectiva de heteropatriarcado y dominio supone adoptar la
perspectiva casi única de una relación patológica y de lucha para aplicarla
como mirada global, cuando la realidad responde a multitud de causas. ¿No sería
más fecundo comprender por qué se llega a esa relación distorsionada y
prevenirla, profundizando, para ello, en un discurso ético,
antropológico-complementario y espiritual? Pero cuando se entiende todo como
relaciones de poder, estas cuestiones ni siquiera se ven, quedando oscurecidas
en un simplista alegato monocausal.
Sostiene María Teresa Russo la importancia de
repensar lo humano «a partir del bien y no del mal». También Octavio Paz
afirmaba que el ocaso de la noción de persona había sido el principal
responsable «del envilecimiento general de nuestra civilización», y que el amor
exigía «como condición previa la noción de persona».
Persona es ser y vivir en relación confiada y
espiritual con los otros que son seres únicos. Pienso que es el momento de
construir una convivencia distinta para esta sociedad pluralista en la que nos
relacionamos con personas tan diferentes. Ahora bien, para vencer la
desconfianza y no quebrar la unidad social solo hay una actitud adecuada: la
cordialidad.
Propongo detestar la huella de la sospecha, y
recuperar la confianza, la sinceridad y la cordialidad en las relaciones
interpersonales, familiares, políticas y sociales. ¡Gracias paciente, nos has
enseñado mucho!
Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de
pensar.
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