El
problema de los manteros es grave. Son inmigrantes sin papeles, mayormente
africanos, sin documentación en regla para permanecer en España, que se dedican
a laborar fuera de la ley, vendiendo objetos casi siempre de bisutería en los
lugares públicos. Huyen a cada momento avisados por otros compañeros del oficio
de que viene la policía. En las plazas públicas de mi relativamente pequeña
ciudad turística de residencia observo que eso pasa con frecuencia, lo mismo
que ocurre a gran escala en las grandes ciudades. En alguna de ellas se ha
llegado a un acuerdo tácito, de modo que la poli merodea e irrumpe en los
lugares de venta de los manteros, los martes, jueves y sábados, y ellos ya
saben que pueden estacionarse y vender los lunes, miércoles y viernes.
En
Madrid, en su céntrico distrito de Lavapiés, abundan a cientos o miles los
inmigrantes africanos; muchos son manteros que llevan años y años viviendo en
España sin papeles. El emigrante que hace unos días murió-- de un infarto,
según el parte oficial-- llevaba doce años sin papeles subsistiendo en ínfimas
condiciones de habitabilidad, en el barrio de Lavapiés.
Habría
que buscar los medios y actuar poniendo a los manteros en la frontera por donde
mismo entraron; o se debería poder arreglar su documentación y condiciones
vivenciales deficientes, si quieren seguir en territorio español. Y punto.
Lo
lamentable en este engorroso caso concreto de los manteros de Lavapiés, es que
los componentes de los partidos con representación en el ayuntamiento de Madrid
se han estado echando la culpa entre ellos hasta llegar al ridículo más
espantoso, creyendo que van a sacar más votos en las urnas. Estos concejales actúan con demagogia barata
y sin una disciplina política primordial de asociación y unidad ante la
resolución del grave problema de los inmigrantes sin papeles.
Espectador
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