Antonio Pastor A.
Fíjese en las personas
que mandan en el mundo, los triunfadores en los negocios, la política, el
deporte, el amor o la vida en general. La clase de conocimiento que deseo
participarle es lo que define y marca la diferencia entre vivir de verdad o
simplemente existir. Existir es vegetativo, involuntario, mera reacción e
instinto de conservación, con el único fin de sobrevivir de un día para otro.
Ahí la calidad de vida todavía no cuenta para nada.
Vivir, en cambio
es ejercitar ciertas destrezas adquiridas, actitudes y habilidades que una vez
aprendidas se perfeccionan hasta constituir el arma que asegura la ventaja. El
objetivo primordial es alcanzar una calidad de experiencia individual y
satisfactoria. Las destrezas que uno necesita para crear esa calidad son las
relativas a comprender y controlar las relaciones causa-efecto que actúan en la
vida. O dicho de otro modo, utilizar los conocimientos para hacer que las cosas
salgan como uno quiere.
¿Qué
conocimientos son ésos? Saber cómo y por qué uno mismo y los demás hacemos lo
que hacemos, o dejamos de hacer lo que no hacemos. Ése es el conocimiento que
nos puede suponer una increíble ventaja competitiva en la vida. Considere
también las ventajas que esto aporta en todo lo relacionado con la educación de
los hijos, la rivalidad profesional, saber ofrecerse y vender sus productos o
ganarse la confianza y el afecto de aquellas personas a quienes usted respeta y
valora. Esa es una ventaja increíble.
Desde el momento
en que sabes cómo se juega la partida y dónde hay que atacar para obtener los
resultados, has creado el nivel de maestría de los ganadores. Cuando se sabe
qué resultados producen los distintos comportamientos, cabe la posibilidad de
eliminar errores. Y ¿quién gana entonces? Tú ganas. Esas son destrezas
aprendidas, un conocimiento adquirido. Pues listo que sea, si no ha recibido la
información necesaria, no podemos ponerle al mando de un 747.
Ahora bien, por
lo que se refiere al juego de la vida, la dificultad está en que, en la
carrera, durante el curso, nadie nos enseña las reglas, ni mucho menos cómo se
juega la partida. Cuando me pongo a considerar las pautas de conducta que hoy
predominan en la vida de los jóvenes españoles, no me pregunto por qué nuestra
sociedad está en decadencia, sino: ¿Por qué no? Dada nuestra falta de
preparación, lo sorprendente sería que fuese de otra manera.
Apenas tenemos
las primeras letras, en cuánto a
funcionamiento humano, para saber en qué consisten los problemas. Piénsalo.
Porque nadie nos ha enseñado a controlar nuestros impulsos. Nunca se nos dijo
cómo se programa uno mismo para vivir en salud y calidad de vida. ¿Por qué
nuestros hijos prueban la droga a edades cada vez más precoces?
Porque nadie ha
enseñado a la gente cómo deben ejercer la paternidad, los progenitores. De
manera que los menores no experimentan la necesidad de probar la droga para
sentirse como ellos pretenden. Ya que la sociedad no proporciona esas
enseñanzas de una manera institucionalizada, recurrimos a los modelos de
rol para orientarnos en la vida.
Nuestros mayores nunca aprendieron a ser madres, padres y cónyuges eficaces.
¡Por tanto, qué modelos podrían proporcionarnos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario