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sábado, 26 de febrero de 2022

VIVIR O EXISTIR

Antonio Pastor A.

Fíjese en las personas que mandan en el mundo, los triunfadores en los negocios, la política, el deporte, el amor o la vida en general. La clase de conocimiento que deseo participarle es lo que define y marca la diferencia entre vivir de verdad o simplemente existir. Existir es vegetativo, involuntario, mera reacción e instinto de conservación, con el único fin de sobrevivir de un día para otro. Ahí la calidad de vida todavía no cuenta para nada.

Vivir, en cambio es ejercitar ciertas destrezas adquiridas, actitudes y habilidades que una vez aprendidas se perfeccionan hasta constituir el arma que asegura la ventaja. El objetivo primordial es alcanzar una calidad de experiencia individual y satisfactoria. Las destrezas que uno necesita para crear esa calidad son las relativas a comprender y controlar las relaciones causa-efecto que actúan en la vida. O dicho de otro modo, utilizar los conocimientos para hacer que las cosas salgan como uno quiere.

¿Qué conocimientos son ésos? Saber cómo y por qué uno mismo y los demás hacemos lo que hacemos, o dejamos de hacer lo que no hacemos. Ése es el conocimiento que nos puede suponer una increíble ventaja competitiva en la vida. Considere también las ventajas que esto aporta en todo lo relacionado con la educación de los hijos, la rivalidad profesional, saber ofrecerse y vender sus productos o ganarse la confianza y el afecto de aquellas personas a quienes usted respeta y valora. Esa es una ventaja increíble.

Desde el momento en que sabes cómo se juega la partida y dónde hay que atacar para obtener los resultados, has creado el nivel de maestría de los ganadores. Cuando se sabe qué resultados producen los distintos comportamientos, cabe la posibilidad de eliminar errores. Y ¿quién gana entonces? Tú ganas. Esas son destrezas aprendidas, un conocimiento adquirido. Pues listo que sea, si no ha recibido la información necesaria, no podemos ponerle al mando de un 747.

Ahora bien, por lo que se refiere al juego de la vida, la dificultad está en que, en la carrera, durante el curso, nadie nos enseña las reglas, ni mucho menos cómo se juega la partida. Cuando me pongo a considerar las pautas de conducta que hoy predominan en la vida de los jóvenes españoles, no me pregunto por qué nuestra sociedad está en decadencia, sino: ¿Por qué no? Dada nuestra falta de preparación, lo sorprendente sería que fuese de otra manera.

Apenas tenemos las  primeras letras, en cuánto a funcionamiento humano, para saber en qué consisten los problemas. Piénsalo. Porque nadie nos ha enseñado a controlar nuestros impulsos. Nunca se nos dijo cómo se programa uno mismo para vivir en salud y calidad de vida. ¿Por qué nuestros hijos prueban la droga a edades cada vez más precoces?

Porque nadie ha enseñado a la gente cómo deben ejercer la paternidad, los progenitores. De manera que los menores no experimentan la necesidad de probar la droga para sentirse como ellos pretenden. Ya que la sociedad no proporciona esas enseñanzas de una manera institucionalizada, recurrimos a los modelos de rol  para orientarnos en la vida. Nuestros mayores nunca aprendieron a ser madres, padres y cónyuges eficaces. ¡Por tanto, qué modelos podrían proporcionarnos?

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