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sábado, 5 de febrero de 2022

SIN POLÍTICA DE ESTADO EN LA IZQUIERDA Y EN LA DERECHA

Lorenzo de Ara

Créanme cuando les digo que el naufragio del poder legislativo en España me entristece y me preocupa. Pedro Sánchez para ser presidente se encamó con los más radicales y él y su psoe son los máximos protagonistas de una polarización que nos pone al borde del enfrentamiento.

Es menester recordar algo que se me antoja primordial para situarnos correctamente y atenernos a nuestra realidad y a la que nos rodea. "En Francia y Alemania, sus democracias son militantes porque sus constituciones establecen cláusulas intangibles —irreformables— que garantizan su unidad territorial y su forma de Estado; en Portugal los partidos regionales están expresamente prohibidos; en Italia la concentración de partidos en el Gobierno ha reabsorbido los olvidados intentos separatistas de la Liga Norte, y en el Reino Unido, sin constitución escrita pero en el que la soberanía reside en el Parlamento y en la Reina, el Gobierno de Londres no ha gobernado con los partidos secesionistas." 

Si así es la realidad democrática en tales países, cabe concluir que en España se ha instaurado una autocracia que ha corrompido hasta el tuétano todo lo que se construyó en el 78.

El no a esta reforma del PP es un sinsentido por mucho que hoy se hable de pucherazo en la Cámara y no del dedo bailón del diputado extremeño, mano derecha del pequeño Egea que se puso de pie y alzó las manos como un forzudo escarabajo pelotero de la política patria.

El retorcido floripondio del psoe tras sacar adelante la reforma de Bruselas y el "sí se puede" de los comunistas extraviados pero igual de peligrosos que en la segunda republiqueta, consolida una vez más, y así será por mucho tiempo, el comistrajo partitocrático y la cochambre democrática.

Países hay y habrá que nos ofrezcan, gratis, lecciones de cómo hacer Estado y cómo tener siempre presente el bien común.

Otrora, una Constitución apoyada casi por unanimidad maravilló al mundo. "De la ley a la ley" la España que algunos de ustedes y yo vivimos supo como nunca antes enseñar al mundo que una transición se construía en concordia.

Hoy de todo aquello no sé realmente si queda algo en pie.

Lo único que sobresale, imponente, es el mercadeo, el no es no, un Sánchez que quemaría en hoguera pública "Patria" de Fernando Aramburu, y un Casado abrasado, sin reforma, sin CEOE, sin Europa, sin UPN (ya liquidada), sin Moncloa y sin sede nueva, ¡todavía!

“Cuidado con el victimismo, con el odio y con la ira. Cuidado porque esto no es un juego y esos materiales inflamables, mal combinados, pueden explotar en manos de aficionados. Los expertos eligen mejor los tiempos y los lugares, basta con verlos. Ojito, porque luego no hay marcha atrás”, escribe Pablo Pombo.

Y luego tenemos la economía con datos y no paparruchas de opinador de tres al cuarto que exponen con crueldad una situación cada vez más tensa y corrosiva. Hasta el más ignorante en materia económica ya sabe que la renta de las familias españolas da respuesta al retraso desesperante de la ansiada vuelta a la normalidad del PIB de España. Y siempre teniendo como referencia al resto de Europa.

A la política agusanada y al desprestigio de las instituciones democráticas se une lo que ya viene siendo habitual, la parálisis del consumo y el gigantismo, o si lo prefieren, el aumento de la desigualdad social.

Sólo las rentas más altas y los jubilados lograron ahorrar en el periodo más duro de esta pandemia con o sin mascarillas. Pero siempre con muertos.

Por el contrario, las rentas bajas y los jóvenes cayeron en el abismo, o sea, a ellos les fue del todo imposible ahorrar. Sin ingresos hablamos de un imposible.

Así que no queda tiempo. Política y economía han de salir juntas del hoyo en el que se encuentran. Y para conseguir el objetivo sólo existe una herramienta, si no infalible, sí por lo menos con el sentido común corriendo por sus venas. La política de Estado. ¿Que qué es eso?

Lo repito y no me cansaré de hacerlo. Miren hacia Portugal, Francia, Italia, Alemania. La política de Estado es la única salida antes de la quiebra total.

“Sin instituciones, lo contrario sería la selva, resolver diferencias en la calle, bajo el poder del más fuertela democracia no puede ser una fórmula binaria, donde los grupos cedan por miedo a un mal titular, o por otros intereseslo que está en juego es evitar que a alguien se le ocurra asaltar la democracia, al no encontrar respuestas materiales, ni de forma, mal ejemplo, en sus representantes.”, tan sencillo como lo que escribe Estefanía Molina.

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