Yolanda Trancho – Escritora
Quería escribir
sobre alguna noticia interesante y de verdad, no puedo. Sentada con la lectura
de varios periódicos, el estómago se me
encoge.
Ha sido una
semana de las que entristecen, dos asesinatos de jóvenes con sendos machetes,
en esta ocasión acaecidos en Madrid. Da igual, no importa el lugar, otro día
serán en otra ciudad, o incluso si han sucedido no nos dignamos en
mencionarlos. Peleas en pueblos, urbes, pegar por pegar.
El hallazgo del cadáver de la joven
desaparecida en Traspinedo. Casi un mes se ha buscado, largos días y eternas
noches en el que todos ansiaban que ese no fuese el final. Por desgracia y casi
por costumbre ante estos acontecimientos que se repiten con demasiada
frecuencia, el desenlace ha sido el peor de lo esperado, su muerte anunciada en
silencio.
El juicio de una
madre por asesinar a su hija de siete años. Manifiesta que no se acuerda, que
ha sido un brote psicótico, y me pregunto; nunca es al revés, aquí la ley de la
alteración del orden, si podía funcionar, es lo que muchos nos preguntamos. Una
violencia vicaria, atacando al más débil, al ser que debían amar más en el
mundo y sesgan la vida. Ella se la dio y decide quitársela.
Y así podríamos
continuar con el siguiente.
Uno detrás de
otro, una sociedad en decadencia.
Cada día la
delincuencia se incrementa, los jóvenes salen a batirse en duelo, entre puños y
navajas, como si de un juego se tratase, o a la captura de alguien solitario,
al que tenga inquina, y entre la valentía de muchos y la cobardía oculta del
individuo, lanzan puñetazos y patadas mortales, para asestar el último golpe,
el que todos reirán por terminar con la vida de una persona. Se creen
superiores, se precipitan a una vorágine de entradas y salidas en reformatorios
y cárceles, y estarán orgullosos de haber sido los autores de terminar con una
vida.
En esta sociedad
que estamos creando, si a una joven o mujer, la obligan a ser suya, no se
acepta un no por respuesta. Es querer y poseer, y si es por la fuerza no
importa. Siempre habrá una excusa perfecta para menospreciar a la que llevaba
un pantalón ajustado o un escote que le obligó a tocar, porque eso era lo que
pedía.
La decadencia de
una sociedad que no valora la vida, la integridad del prójimo, las posesiones
de lo ajeno.
Me pregunto que hacemos mal? En la humilde opinión de una ciudadana, estamos fallando como
sociedad, se aplican leyes a los agresores, se imponen restricciones de
libertad, y a pesar de ello, cada día suben las malditas estadísticas de
delitos deleznables. ¿Dónde está la educación? La inquina y el odio es lo que
mueven a muchos, otros miramos a otro lado, a nosotros hoy no nos afecta. ¿Y si
fuésemos el siguiente que entrara en esa lista de víctimas? Nos quejaríamos,
hartos de ver unas leyes que no son lo suficiente duras para que no se repita
el delito, que el reincidente no pueda volver a delinquir. Muchos miran a otro
lado, cruzan la acera para huir del problema, pero y si dentro de unos días
eres tú, quién está ahí, siendo la víctima.
La decadencia
como personas, seres humanos que irradian odio, que obligan a que otros nos
escondamos, que nos resignemos a contemplar cómo crecen unos hijos que se unen
en bandas, en solitarios que abordan a mujeres, en organizaciones que se
dedican a vender droga a nuestros jóvenes, eso es lo que está acaeciendo en
este planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario