Antonio Pastor A.
Otro de los problemas es el de la inercia, la parálisis originada por el
miedo, y la negativa. Imaginemos el piloto de una compañía aérea que se queda
sentado, inmóvil en su cabina, mientras el aparato, repleto de pasajeros,
imposibilitado para seguir volando pierde altitud rápidamente: ¡Santo
cielo! ¡No puedo creer que me esté
pasando a mí! Seguro que habrá una intervención divina dentro de nada. O bien:
Tranquilo, que nunca he tenido ningún accidente y ahora pasará algo y nos
salvaremos todos.
Si uno empieza por negar las cosas que
le resulta doloroso admitir, y una vez admitidas permite que la consternación
paralice la sana y enérgica reacción de autodefensa, está perdido. ¿Cuántos
empresarios se han mostrado a la altura del desafío, pero antes fue preciso que
lo asumieran, y que cobrase conciencia de su gravedad? Así pues, joven
desorientado y frustrado por no entender lo que te pasa, debes calibrar el
verdadero alcance su tus desafíos, para poder movilizarte con eficacia. Si
cedes a la inercia dejarás fuera de la partida, tus mejores recursos.
También debes tener en cuenta,
la acción engañosa. Como tantos de nosotros, hemos sabido llevar máscara,
representando un personaje público tan subyugante que la gente tiende a olvidar
que también hemos estado en apuros. Olvidando que cuando uno elige una
conducta, elige también las consecuencias. Con la elección de fijarte
únicamente en, lo injusto, del caso, optas por seguir despilfarrando un tiempo
y unas energías de incalculable valor, tiempo y energías que habrían estado
mejor empleadas enfrentando el problema en vez de negarte a admitirlo.
Al elegir una línea de
conducta, cualesquiera que fuesen los argumentos justificativos, eliges, la
evasiva, y su consecuencia: una progresiva incapacidad para hacer uso de tus
recursos en defensa propia. Por fortuna,
al producirse un cambio dramático, en tu vida, decidirás no continuar con, la
línea evasiva, y optarás por luchar. Será en ese momento cuando elegirás emprender
la acción, y con ello la consecuencia de una victoria posible.
No te preocupes. Son errores
comunes, y todos interrelacionados. Si vienen a confluir en una constelación
peligrosa de circunstancias, amenaza el desastre. Cuanto más grave es el problema,
peores son las posibles consecuencias si se aborda mal, eso es obvio. Si miras
retrospectivamente tu propia vida, y estoy seguro de que habrás tenido momentos
claves que saltan enseguida al recuerdo, ¿qué resultados consiguió cuando optó
por vivir en la evasiva, o basó sus decisiones en unos supuesto iniciales que
se evidenciaron erróneos?
¿Qué ocurrió cuando,
inmovilizados por la inercia, y ocultos detrás de nuestra máscara, nos negamos
a recibir la ayuda de los demás? Y lo que tal vez sea más importante: ¿elegimos
determinadas opciones que predefinían un resultado que no deseábamos ni
necesitábamos? Hemos conocido casos de personas que se metieron a ciegas en una
situación desastrosa: lo primero que se nos ocurre decir es: ¿En qué estarían
pensando? Antes de terminar la lectura de este artículo habrás dado un paso
atrás para contemplar tu propia vida, y te habrás preguntado cómo era posible
que estuviera pensando lo que pensó, que dejara de ver lo que no vio, y que
eligiera las líneas de conducta que siguió.
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