Lo escribe un hombre que fracasó en los estudios sin conseguir siquiera la EGB pero que ha inculcado en casa, a los que más quiere, y con éxito, que la educación lo es todo y que no se es más feliz sabiendo menos y olvidando más. Oh, no.
Asco y tristeza, las dos cosas por igual. Tristeza porque el dato revela que la sociedad se vuelve enemiga del joven formado y con ganas de ganarse la vida. Tristeza también porque un buen maestro (sin duda que una de las palabras más hermosas del vocabulario) se esforzó para nada. Asco, mucho asco, ante la realidad que convierte en poderoso al imbécil y maltrata a millones de jóvenes en el mercado laboral.
La tasa de paro juvenil en España alcanza el 40%. Es la más alta de toda la Unión Europea. Somos, pues, la vergüenza del primer mundo.
Se degrada aún más la situación de los jóvenes españoles que son incapaces de tocar un trabajo, pero cuando lo hacen, a muy duras penas, se topan con la realidad que nos sentencia a no tener futuro, y es que esa gran mayoría de jóvenes lo hace en las condiciones salariales más deplorables de los cuarenta últimos años.
Los informes que se publican constatan una realidad demoledora para la economía. Los trabajadores jóvenes que inician su trayectoria profesional lo que tienen es una profunda envidia ante una década de los 80 donde algunos contextos son hoy inalcanzables.
Leo: “Fedea y de la fundación de análisis Iseak muestran que el salario mensual real de los jóvenes de entre 18 y 35 años es hoy menor que en la década de los 80, con caídas que van desde el 26% para la franja de entre los 30 y 34 años y hasta del 50% para la de 18 a 20 años.”
Y mientras esta es la dura realidad, un gobierno que anhela tener bajo su control una sociedad subsidiada e idiotizada, o sea, alejada de la ilustración, promueve una educación sin memoria. Quiere aulas con lobotomizados incapaces de articular palabra. Un gobierno que pretende implantar este horror es enemigo del progreso. Enemigo de la humanidad.
Pedro Simón, hoy en periódico El Mundo: “Hoy en este mundo inasible y líquido, en esta sociedad no más lista sino más aturdida por sobreinformada acaso la labor inaplazable del maestro (palabra más hermosa que profesor) debiera ser entregarle un enorme manojo de llaves a ese chaval a medio hacer que tiene delante. A ese chico anhelante que lleva una pesada mochila pero que no tiene ni ganzúa. Llaves que puedan abrir puertas cuando ellos y ellas crezcan, que retiren candados, que entornen cancelas, que hagan magia blanca y futura. Hay llaves y llaves. Las hay que atañen a la comprensión del otro y las hay que conciernen a la construcción de uno mismo. Pero la única que sirve para cualquier cerradura por venir, la única a salvo del óxido y de los cacos, es la llave del conocimiento.”
Repito que un hombre que va para 59 años (servidor de ustedes) no puede dar una sola lección de éxito educativo ni profesional. Soy un entero fracaso que se mueve todavía, a duras penas, apartado del mundo laboral y condenado al ostracismo y a poner la mano.
Pero mis hijos no lo son. Se han esforzado. No merecen un mundo cruel que sitúa en lo más alto al beocio y torpe, mientras maltrata al que tiene mucho bueno que dar.
Y vuelve Pedro Simón: “Yo digo que no hay nada más progresista que fomentar el esfuerzo, que subir el nivel en la escuela, que no hay inteligencia sin memoria. Y también que esa memoria forma parte de un juego de llaves personalísimo y decisivo. Decía Luri que el aprendizaje no memorístico es una «soberana imbecilidad». Y lo decía de un modo maestro: «Si lo aprendido no está en la memoria, no está». Dónde coño va a estar.”
Si existe la antipolítica, también existe la antieducación.
No puedo con la persecución neurótica del saber
¡Hay que saber, siempre más!
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