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jueves, 15 de abril de 2021

DESAPARECEN LAS MARIPOSAS, PERO NO LOS CABRONES

Lorenzo de Ara

“Saldremos gracias a científicos e investigadores, no gracias a políticos populistas e irresponsables. Pero saldremos. Ya está más cerca. En no demasiado tiempo, volveremos a vivir sin mascarillas, y aunque probablemente debamos revacunarnos todos los años, habremos recuperado buena parte de nuestra calidad de vida. Ahora, recordemos que no se trata de volver a donde estábamos, sino a algo mejor: se trata de aprender, incluso de algo tan terrible como una pandemia: de aprender a trabajar de otra manera, a no pasarnos horas metidos en atascos, a proponer entornos de trabajo con más grados de libertad y confianza, a no viajar cuando no sea necesario pero, sobre todo, de aprender a no tratar de correr más de lo debido. Hay luz al final de túnel, y no es un tren. Ahora, despacito y con buena letra.”

Me adhiero a este párrafo escrito por Enrique Dans ayer en El Español. Pero también rescato de su artículo lo siguiente: “¿Cuándo podremos quitarnos las mascarillas? De acuerdo: llevar mascarilla sigue siendo algo odioso que da a nuestras ciudades un aspecto distópico, que nos convierte en poco menos que asociales y que nos recuerda permanentemente que estamos en una pandemia pero aún nos queda algo de tiempo. A medida que nos vacunen, podremos pensar en quitárnoslas cuando estemos con familia o amigos que también hayan sido vacunados, pero será necesario seguir llevándolas en lugares públicos, con todo lo que ello conlleva. Se están llevando ya a cabo experimentos en entornos como algunos campus universitarios en los Estados Unidos para determinar cuándo será seguro prescindir de ellas, pero para ello hay que experimentar, hay que someter a amplios colectivos de estudiantes a frotis nasales diarios para determinar si han contraído la infección de forma asintomática o no, y establecer patrones de inmunidad de grupo adecuados para esos casos. No, no es tan sencillo como "me han vacunado, me quito la mascarilla o, como poco, la puedo llevar ya con la nariz fuera". Hacer eso es, simplemente, no haber entendido nada, o ser un egoísta de mucho cuidado al que le trae completamente al fresco la sociedad que le rodea. Pero todavía es la actitud de los conspiranoicos y negacionistas, que merecen el aislamiento social y la censura más severa: hay actitudes que deberían ser señaladas como intolerables en cualquier contexto, y que en la etapa de salida de una pandemia pueden llegar a hacer muchísimo daño.” Enrique Dans es profesor de Innovación y Tecnología en IE Business School.

Sí, claro, es evidente, llevar puesta una mascarilla es molesto. Pero prefiero la mascarilla, mi mascarilla, a ese hijoputa desaprensivo y con derecho a paguita del Estado que fuma, bebe, grita y nunca se la pone porque sencillamente le sale de los cojones no ponérsela.

O esa mujer que al igual que el macho cabrío es gritona, bruta, sucia y pobretona mental, y hace lo mismo porque sus ovarios son como el Vesubio, que en 15 minutos se llevó la vida por delante.

Mi asco hacia la gentuza negacionista, hasta arriba de conspiraciones, pero principalmente egoísta y criminal, es absoluto y más corrosivo que el napalm. Contra ellos implantaría la cultura de la vietnamización. Sin piedad.

No es lo mismo soportar el chorreo de vaciedades de Sánchez en el Congreso, y quien dice vaciedades está describiendo mentiras y cantinfladas (mi respeto para don Mariano Moreno), que hacer espacio en la vida de uno para que charlatanes con fraseo gutural y ralentización y necrosis cerebral consigan aburrirnos y desear retirarnos de la civilización.

En La Orotava, en la avenida el Mayorazgo de Francy, radica la voluptuosidad del insulto, la empalagosa trituradora humana con palabras horribles y deprimentes. No digo que en toda la venida sea así. Hay mucha gente buena y maravillosa en este entorno.

Y mientras ellos viven y chupan del Estado y del Cabildo y del Gobierno regional y del ayuntamiento y de lo que haga falta para alimentarse y engordar en un eterno lunes al sol, los escombros de la sociedad caen sobre la cabeza del hombre libre.

Cuando iba a reposar en los brazos de mi amigo Larra, ya digo, un par de minutos antes, la buena de Carmen Rigalt me dice: “Adoro las mariposas. Un científico del CSIC contaba el otro día que las mariposas están en declive. Un 70% de las especies han retrocedido. El uso de los pesticidas, el monocultivo y la desaparición de las lindes son un peligro para los lepidópteros. También afecta el calentamiento global, ya que las orugas están inactivas durante mucho tiempo. Las mariposas son las criaturas más bellas de la creación. Mariposas azules, mariposas blancas, mariposas púrpuras. Desconozco si será verdad, pero he oído decir que cuando las mariposas se extinguen, el amor acaba.”

¿Y por qué la escoria humana que me rodea no desaparece primero que la bella mariposa?

PD: Mi apoyo a Javier Cercas, uno de nuestros grandes escritores, ante la campaña de intimidación que promueve TV3 en Cataluña contra él. El bulo como arma y con el objetivo de acabar con la persona. A Cercas debemos obras tan importantes como “El Impostor” (para mí la mejor); “Soldados de Salamina”, la más popular; “Terra Alta”, que entretiene, y mucho, pero para mi gusto por debajo de su innegable maestría y, por supuesto, “Anatomía de un instante”. El magnífico narrador asevera: “No me voy a callar ni me voy a marchar”. El linchamiento a Javier Cercas por defender la actuación del Rey y la legalidad de la Constitución en Cataluña es de una gravedad extrema. Metástasis de odio en tierras catalanas.

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