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martes, 6 de abril de 2021

LA MUJER

Lorenzo de Ara

Ya sé, cómo no lo voy a saber, que hay autores hoy, ahora mismo, que son incómodos para ciertas cabezas.

Incomodísimos, harapientos, machistas, cochinos, perturbados mentales. Ese tipo de escritores que, a ver si lo expreso correctamente, ponen a la mujer a caer de un burro. ¿Se me entiende?

Lorencito lee mucho. Negar esta realidad sería cosa de un ojiplático. Es como hoy escribe Rafa LaTorre en El Mundo: “La indignación del turista que descubre in situ cuántos más estaban en el secreto de una cala secreta es un sentimiento demasiado humano, idéntico al del ojiplático que, estos días, sentado en una terraza, levanta la vista y se pregunta, escandalizado, qué hace toda esa gente ahí. Mira que la respuesta es fácil, para el turista y para el ojiplático, pues todos han venido exactamente a lo mismo que él, pero no lo ve, no lo ve. O más bien, no se ve, no se ve, que la diferencia entre la vergüenza y el escándalo es que el escandalizado no se considera parte de la escena, lo cual atenta contra cualquier principio de incertidumbre. La paradoja del moralista es que cree que su gravedad lo hace liviano, tanto que pierde la misma corporeidad para flotar gaseoso por encima de la muchedumbre. No sabe mucho de física: la gravedad lo que te hace es pesado.”

Ya sé que en el párrafo del ilustre periodista no se pone a la mujer a caer de un burro. Y a mí, conste, no me gusta que se haga. Cosa fea es esa, me decía mi padre que está en el cielo.

Pero en la literatura, e insisto que leo mucho y todo lo que sé está en los libros, todo en ellos me vale; ahí no voy a negar que la novela o cuentos eróticos son de mi agrado. Y tenemos autores que están en el Olimpo.

De ahí que Bukowski sea todavía hoy un referente para un fracasado escritor. Me cago en él y en la madre que lo pario porque para mi gusto escribe como los ángeles. Que Henry Miller no haya perdido su poder es algo que llena de alegría mi corazón avejentado. A Miller lo veo mendigando con el pene por cualquier rincón de Estados Unidos. También por España.

“El amante de Lady Chatterley” está entre mis novelas favoritas de todos los tiempos. Y, claro, no está autorizada para todos los lectores. ¡Ojipláticos de los cojones!

“Lolita” es un ocho mil que sólo escalan los sibaritas. Y así se podía seguir.

No voy a olvidar a mi admirado Mario Vargas Llosa con “Elogio de la madrastra”, novelita que me puso a mil y todavía lo hace. Una delicia que mereció el premio Sonrisa Vertical, ya desaparecido.

Pero verán ustedes. No hay cosa más erótica que un escritor plasmara en una hoja que este maravilloso párrafo que aparece en “La Fontana de Oro” de mi buen amigo (aquí está conmigo) don Benito Pérez Galdós.

Me dice que calle, que se pone nervioso, que está bien que lo deje así, que él se asemeja mucho más a Marianela. Pero yo no puedo callar, no puedo hacerle caso. Que me perdone si puede, si quiere.

Dedicado a la mujer. Ahí va: “No hay actitud más propia para apreciar debidamente las formas académicas de una mujer, que esa que toma cuando alza las manos y se enrolla una trenza en la cabeza, dejando ver el busto, el talle, el cuello en toda su redondez. Tiéndense los músculos del pecho, se contornea la espalda, y el ángulo del codo y las suaves curvas del hombro describen en su dilatación graciosas líneas que dan armoniosa expresión escultural a toda la figura.”

A leer señores, que leer es vida.

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