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sábado, 9 de septiembre de 2017

LA TAREA MORAL PARA EL SIGLO XXI

Iván López Casanova

«¿Cuándo hay crisis sustantiva de una cultura?», se preguntaba Ortega y Gasset. Tenía claro que la cultura era el horizonte básico que permitía la orientación del obrar ético. Y advertía del peligro de vivir en una civilización superficial que «al consistir en cosas plausibles y admirables, pero no necesarias e ineludibles, forma una mitología o pluralidad de dioses secundarios, todos convenientes, canjeables, pero ninguno necesario.  Solo el plano de la ultimidad coloca en su sitio al otro: al de las penultimidades». Ochenta años después, no resulta difícil detectar la actualidad de estas palabras.

Pero, ¿quién se atreve a proponer las líneas maestras de la tarea moral pendiente para el ciudadano del siglo XXI? Precisamente, esta fue la cuestión sobre la que dialogaron, el pasado año, el sociólogo Zygmunt Bauman y el filósofo español Javier Gomá, en la ciudad de Burgos.

En resumen, Bauman avanzó que estamos en un periodo interregno, es decir, que sabemos que las ideas pasadas ya no nos ayudan a configurar una base común para abordar el futuro, pero no hemos sabido construir otras herramientas morales y de convivencia para sustituirlas. Pero no llegó más lejos.

Gomá, en cambio, explicó que nos hallamos en un momento en que la lucha por lograr una libertad subjetiva y política ya ha llegado a su punto culmen –su mejor reflejo en la sociedad es la Democracia−: «Y la tarea moral pendiente no es seguir ampliando la esfera de la libertad individual, sino la de acordar las reglas, los usos para hacer un empleo virtuoso, social, responsable de esa esfera de la libertad ampliada; es decir, una reapropiación de los límites (…). Tenemos pendiente descubrir algunos límites de la libertad, pues como dice Goethe, “limitarse es extenderse”».

Ejercer un uso cívico, responsable y virtuoso de la libertad personal resulta ser, entonces, la cuestión fundamental. También, educar a los hijos para que forjen su libertad y superen las tendencias narcisistas que los encierran en sí mismos. Y, para ello, apunto tres propuestas concretas: desterrar las ideologías caducas, rechazar frontalmente cualquier forma de violencia y potenciar la donación y la ejemplaridad con todas sus consecuencias.

En una entrevista reciente, señalaba Gomá que al secularizarse las culturas y quedar las sociedades sin elementos para la construcción de identidades firmes, han surgido algunas falsarias posibilidades de recambio, «regionales, supraestatales, raciales, sexuales… que hacen que determinados elementos psicológicos que el hombre y la mujer necesitan encuentren otras fuentes que a veces tienen algo de regreso a una irracionalidad no domesticada».

O sea, que ya está bien de apoyar a las ideologías cerradas y anacrónicas que quieren explicar −como si fueran religiones− la totalidad de la vida, de la sociedad y de la historia a partir de una idea simplona; por ejemplo, la igualdad de las personas a través de la lucha por suprimir las diferencias sexuales o la idea de pertenencia a un determinado territorio.

Cuenta Svetlana Aleixievich, premio Nobel de Literatura de 2015, en Voces de Chernóbil, la experiencia de los supervivientes a esa catástrofe nuclear: «No quiero encender la televisión ni leer los periódicos de ahora. Matan y matan… El horror se ha vuelto algo acostumbrado, hasta banal. Nos hemos pasado de la raya (…). Yo tengo miedo. Tengo miedo de una cosa, de que en nuestra vida el miedo ocupe el lugar del amor». Así se expresaba una directora de teatro. Y tal vez, ahora, habría que añadir, también, el miedo a que el sexo ocupe el lugar del amor. En consecuencia, rechazo total.

Por último, promover una cultura valiosa en la que la donación ocupe un papel primordial por decisión personal: perdonar, dar donativos, ser sensibles ante los que no tienen medios económicos y a los emigrantes, realizar el trabajo con perfección y absoluta honradez, perseguir el ideal de una vida ética sublime, dialogar, convivir con quien mantiene convicciones distintas a las propias... O sea, ser ejemplares.

Iván López Casanova, Cirujano General.

Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.

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