Teresa
González
Una
soledad
estornudó
en mi espalda
hojas
verdes, tiernas, ambarinas…
que
se fueron
espinadas,
amadas,
espinadas,
desengañadas…,
y
la campana del vacío
caminó
por mis senderos
dormidos,
olvidados, apagados…,
resumiendo:
que
no me robe el corazón de nadie vivo,
que
amé sin medida
una
mentira de amor que no era mía,
o
sea,
que
me debes, Vida.
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