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sábado, 23 de septiembre de 2017

LA BONDAD Y EL DISCURSO DE ESPARTO

Iván López Casanova

Uno de los libros del siglo XX más rebosante de dignidad es, sin duda, Contra toda esperanza, memorias en las que Nadiezdha Maldestam narra, sin resentimiento, la vida y la muerte de su marido, Ósip Maldestam, el gran poeta ruso fallecido en 1938 en un campo de concentración al que fue condenado por escribir un poema contra Stalin. Lo prologa el premio Nobel de Literatura Joseph Brodsky, quien lo describe, admirado, como «una visión de la historia a la luz de la conciencia y la cultura».
En referencia a los años treinta del pasado siglo, hablando de las convicciones comunistas, escribe Nadiezdha: «Era la idea de que existe una indudable verdad científica y que los hombres pueden dominarla; al dominarla, son capaces de prever el futuro y modificar a su antojo el curso de la historia, introduciendo en él un principio racional». Y con el lenguaje irónico, que maneja maravillosamente, concluye que todo esto «convierte al hombre revestido de autoridad en Dios». Y también: «Todas estas verdades las aprendí de pie en la plataforma de un tranvía».
Cuando ella comenta con Ósip Mandelstam esa conversación, este queda atónito por la ausencia de rigor intelectual y por lo que denomina el «discurso de esparto», aquel en el que la mínima crítica lleva a considerar a su autor como a alguien a reeducar o castigar (como, de hecho, le ocurriría a él más adelante). Mi pregunta es: ¿no se estará reproduciendo en gran medida este tipo de tiranía pseudointelectual?
Para dar pistas, anoto otras dos reflexiones de Nadiezdha Maldestam: «Asumieron la misión de derribar los ídolos, es decir, los viejos conceptos de valores y el tiempo trabajaba para ellos, por lo cual nadie se percataba de la tosquedad de las herramientas que utilizaban (…). Y para todos era evidente la superioridad de la nueva idea, que prometía el paraíso en la tierra en vez de la recompensa celestial».
Porque me parece importante no ser superficiales, no tirar por la borda los valores y los conceptos con los que se ha construido la civilización occidental, y ser críticos con las nuevas ideologías que tratan de vender una cómoda redención del individuo, a modo de una nueva pseudociencia que arrasa con todo lo anterior y que, además, se presenta como la definitiva.
Si en los años treinta se vistió la liberación del hombre con una camisa social, ahora el mismo timo de la redención viene disfrazado con el ropaje de paraíso terrenal individual al construir el propio cuerpo mediante una sexualidad absolutamente autoconstruida. Pero se descubre la misma trampa: confundir nuestra ambición de poder y deseo de autonomía total con la realidad de las cosas, sin aceptar nuestra dependencia intrínseca de los demás: el mismo discurso de esparto.
Frente a esto, hay que realzar las palabras conquistadas por la civilización occidental: donación, dignidad, virtud, verdad, bien, conciencia, educación, alma… «Hemos de tener en cuenta que la bondad no es solo una cualidad innata, sino que debe cultivarse, y esto se hace cuando hay demanda de ella. La bondad era para nosotros una cualidad pasada de moda, en vías de extinción, y la persona de buen corazón, una especie de mamut», afirmaba Nadiezhda sin remilgos.
«Pasará mucho tiempo todavía hasta el día que calculemos lo que nos ha costado ese error teórico y comprobemos si es verdad que “la tierra nos ha costado una decena de cielos”. Pero por el precio de diez cielos ¿nos hemos hecho dueños de la tierra?», así lo exponía Nadiezhda Maldestam. ¿Nos servirá su sincerísimo libro para no volver a ser estafados intelectualmente, para no destruir el mundo de valores y de respeto al misterio?
Afirmaba Octavio Paz que necesitábamos otro Kant que hiciera «la crítica de la razón tecnocientífica», para recuperar la cultura de la persona espiritual. Aprender de las utopías fracasadas, respetar la naturaleza y conocer la cultura occidental: así crece la bondad.
Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.    

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