Salvador
García Llanos
Hasta el final de sus días se mantuvo fiel a su
ideario falangista. El corazón de dejó de latir
-sus restos recibirán hoy cristiana sepultura- un caluroso mediodía de agosto
pero el término 'camarada' seguirá sonando coloquialmente afectuoso en cada
conversación que sea recordado. Por algo lo había introducido entre sus amigos
y allegados, hasta convertirlo en un apelativo para identificarle. Fue la
expresión de esa fidelidad: de los pocos -si no el único- que la empleaba para
requerir a alguien, saludar o iniciar una charla sin más.
Lubary
resistió los embates de la vida, de modo que cada revés representó otra prueba
para seguir adelante. Respetuoso. Imperturbable.
Como
lo fue su amor, su lucha por todo lo portuense. El engrandecimiento de su
pueblo fue el principal móvil de su existencia, el compromiso al que dedicó
afanes especialmente en el régimen
anterior. Lo prolongó luego en la democracia pero ya no fue igual, es como si
en ella nunca hubiera encontrado su sitio. No resultó elegido en una
candidatura independiente (AIP) en las municipales de 1979 y tampoco obtuvo
acta en las de 1999, cuando optó a la alcaldía. Aún así, cuando se solicitaba
su concurrencia para alguna iniciativa, siempre aparecía predispuesto, dando
atrás a la máquina del tiempo para evocar gestiones, viajes y episodios en los
que dejó su sello, aún no queriéndolo.

El
Festival Internacional de la Canción del Atlántico y el Centro de Iniciativas y
Turismo (CIT) conocieron de su celo, como también los carnavales, las Fiestas
de Julio y, ya en democracia, muchos años después, el Festival Internacional de
Aeronáutica 'Ciudad Puerto de la Cruz' y la Semana Bávara. Durante un tiempo
presidió la Asociación Local de Comerciantes e Industriales (ALCIPC).
En
el ámbito privado fue un emprendedor. Tuvo a su cargo negocios tan dispares
como un supermercado, una agencia de coches de alquiler y otra de cambio de
divisas. Con su padre, don Bernardo, en plena transición política, mantuvimos
frecuentes conversaciones en las que las discrepancias siempre fluyeron de
forma muy respetable.
Generoso
y desprendido, le encantaba un vaso de vino. Durante años, fue cliente asiduo
de Genaro, un comerciante de Santa Úrsula al que visitaba acompañado de
familiares y amigos y que le reservaba los mejores caldos. Le gustaba organizar
comilonas en ocasiones señaladas, como la apertura de las bodegas, en la
víspera de San Andrés. En las visitas que hacía a casas particulares -las de
Justo y Eladio, en La Victoria- se las ingeniaba para que los asistentes
cantaran, sin distinción ideológica, el 'Cara al Sol' o 'La Internacional'.
Podía
presumir de estrecha amistad con socialistas destacados como Eligio Hernández
(con quien compartió la emoción el día que le nombraron Legionario de Honor),
Julio Pérez y José Segura, que llegó a destacar su presencia en un mitin
electoral en el parque San Francisco.
Pero
Lubary, con su inconfundible veguero, jamás renunció a su identificación
militarista y a sus convicciones falangistas. Un personaje popular, un
portuense animoso y entusiasta, tolerante y enamorado de su pueblo. Será recordado:
acaso fue el último 'camarada'.
Foto cedida por Segundo Sacramento.
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