Agarro un Diccionario de la Lengua Española y leo:
“Voyerismo: observación en secreto de situaciones que se consideran
eróticamente excitantes”. Pues bien: tengo dos compañeros de curso algo
mayorcitos, canarión uno, tinerfeño el otro, que han entablado, casi sin
querer, una rivalidad más, a ver quién de los dos hace de voyeur con más
aplicación. El tinerfeño de pura cepa, le comunica al canarión las vivencias
del día de ayer, de esta manera:
“Ayer estuve bañándome en la Playa Jardín del Puerto de la
Cruz, playa de arena negra con algunos bolos y cantos rodados (que, entre
paréntesis, necesita reposición inmediata de arena, en especial la zona cerca
del Castillo). La mayoría de bañistas eran peninsulares, y algunas señoras ya
van en topless, como las extranjeras... ¡Qué bonito! Pero había una que me puso
cachondo, una cuarentona con dos buenas tetonas, se quita la parte de arriba
del sostén y se pone el biquini, pero de modo que deja a la vista, la mitad del
pezón para arriba, con su aureola y todo. Yo veía tal panorama en picado… ¡qué
delicia!”
No obstante, sin impedimento ni cortapisa, el otro amigo, el
vejete canarión, no se queda atrás, y le cuenta al tinerfeño alguna de sus
antañonas andanzas visionarias experimentales:
“Siendo joven (cuando
empezaron a venir las nórdicas con bikini) yo vivía en una calle cerca de la
playa de las Canteras, con su arena amarilla sin bolos ni ‘na’… Y había un
fulano que se apoyaba en la barandilla del paseo, un tipo que trabajaba en una
horchatería en el Parque Santa Catalina, se cruzaba las piernas y se
masturbaba. Todos los paseantes de la zona lo conocíamos y le llamábamos El
pajero nórdico”.
Y a continuación, el canarión le recrimina al tinerfeño:
“Si ya te pones cachondo por unas tetas al aire, mal vas,
querido amigo; más excitante es cuando se levanta una falda con el viento y se
insinúan unas bragas, que es cuando hay que poner imaginación”.
Sobran más comentarios.
Espectador
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