Sheina Leoni Handel
Resumen.
Vivimos en un mundo instantáneo, el célebre aviso de algunas
propagandas televisivas se ha vuelto realidad: Llame ya, el momento es ahora,
no pierda su tiempo. El vértigo nos consume y el futuro nos apremia, pero
¿podremos soportarlo?
¿Estamos preparados para vivir el presente y el futuro al
mismo tiempo? Sociedades estresadas, inquietas, en las cuales todo dura muy
poco parece ser la regla, y cada vez más es visto como algo normal. Un planeta
que vive en una montaña rusa permanente cuya vuelta parece que no va a cavar
nunca. La velocidad con que vivimos es una de la característica de los tiempos
actuales, pero tal vez llegó el momento de bajar los cambios.
Quizá debemos reaprender a vivir más despacio y saborear el
momento, paso a paso, como un niño que aprende a caminar y es feliz al
lograrlo.
Lento, pero seguro…y especialmente satisfechos con los
objetivos que vamos alcanzando.
Un mundo con prisa.
Apenas llegamos de las vacaciones de verano, en casa se
pusieron a preparar el siguiente descanso de invierno.
Por suerte, podré
adelgazar en solo tres meses los kilos engordados, y quitarme las arrugas que
me produjo el sol en diez días, para estar en forma para el próximo viaje.
Como hemos decidido
hacerlo a Brasil, mi hija decidió aprender portugués en cuatro meses, así
podría salir sola por todos lados sin ningún tipo de inconveniente al
comprender el idioma.
¡Todo con rapidez, sin perder tiempo!
¿Pero qué es lo que estamos buscando? ¿Cuándo perdimos la
capacidad de disfrutar el momento y saborear la felicidad de vivir al día? No
lo recuerdo, como tampoco encuentro en mi memoria el rostro de esa persona que
veo en una foto mucho más descansada y serena. Tiene algo parecido a mí, pero
no estoy segura.
Y entonces, mientras me descubro en la feliz y apacible
mirada del retrato, reflexiono:
¿Por qué corremos
tanto, y hacia dónde vamos realmente?
Los profesionales opinan
Hemos creado la cultura de la gratificación inmediata y
esperamos que todo sea rápido, eficaz y a nuestro gusto. Si no sucede así,
tendemos a frustrarnos e irritarnos cada vez más, lo cual es un síntoma de
impaciencia. Como si fuera poco, los resultados instantáneos que obtenemos gracias
a los avances tecnológicos han aumentado y fomentado dicha conducta,
extendiéndola a toda nuestra vida. Definitivamente, no queremos esperar los
pocos instantes que tarda el elevador en llegar, el semáforo en ponerse en
verde o la computadora en encenderse.
El famoso sociólogo Zigmunt Bauman habla del síndrome de la
impaciencia, y señala que toda demora, dilación o espera se ha transformado en
un estigma de inferioridad.
La posición de cada uno en la escala jerárquica s e
mide por la capacidad de reducir o hacer desaparecer por completo el espacio de
tiempo que separa el deseo de su satisfacción. A su vez, investigadores
científicos de la Universidad Furman de Carolina del Sur, han descubierto el síndrome
de la aceleración; caracterizado por la intolerancia a cualquier tipo de
espera.
La era del no compromiso
El mismo sociólogo Bauman nos muestra que vivimos en mundos
líquidos: modernidad líquida, miedo líquido, amor líquido… Las sustancias
liquidas tienen dificultades para conservar la forma, según plantea Bauman en
sus diversas obras literarias. Esta metáfora es aplicable a nuestra situación
actual social. En la actualidad nos encontramos con estructuras institucionales
que resultan fugaces y transitorias, son liquidas. Sufren un continuo cambio de
forma cuando se los somete a tensión. Esta fluidez crea incertidumbre, haciendo
prácticamente imposible pronosticar lo que va a suceder y a que crisis nos
vamos a tener que enfrentar próximamente.
En el pasado, había una modernidad sólida, los individuos se
encontraban en situaciones más estables y duraderas. En la actualidad ocurre
todo lo contrario, esa solidez se ha derretido, desapareciendo con ella muchos
lazos tradicionales, derechos y obligaciones. Ahora un joven se encuentra en
una situación de total incertidumbre, no sabe por qué camino anda o cual
debería escoger, la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los
vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en
lazos provisionales y frágiles.
Cuando el futuro nos alcance
Alvin Toffler (Nueva York, 3 de octubre de 1928) es un
escritor y futurista estadounidense que edita en 1970 el libro: “El shock del
futuro”, que, aunque nunca se logró comprender como un estudio serio y
científico en su momento tuvo récord de ventas.
En este texto se plantea, que llegaría un momento en el cual
la ciencia iría tan rápido que el hombre se vería fatigado y oprimido al no
poder afrontar los cambios con esa misma velocidad.
El mundo, sobre todo la sociedad desarrollada occidental, se
vería minimizada, abrumada y conmocionada sin remedio ante la oleada de
incesantes y rompedoras novedades socio-culturales, científicas y, sobre todo,
tecnológicas.
Toffler no se equivocó. La evolución ocurre con tanta
rapidez que lo enseñado hoy será inservible mañana.
¿Qué podemos hacer ante esto?
Difícil respuesta, tal vez seguir con lo que el mismo
Toffler sugiere: Educar con vistas a saber anticiparse a lo venidero, ¿pero ¿qué
es lo venidero?
¿Nos adaptaremos a
estos cambios vertiginosos?
Pues deberemos hacerlo, o correremos el riesgo de padecer la desastrosa tensión y desorientación que
provoca en los individuos un cambio excesivo en un lapso de tiempo demasiado
breve.
Un mundo en permanente transformación
El futuro llegó y nos arrastra con él. Las personas debemos
convertirnos en seres infinitamente más adaptable y sagaces que en cualquier
época anterior. Debemos buscar maneras totalmente nuevas de vivir, pues todas
las viejas raíces —religión, nación, comunidad, familia o profesión sienten
ahora el golpe del cambio.
En pocas palabras, es hora de que comprendamos que estamos
en la era de la transitoriedad, de la incertidumbre, en una nueva temporalidad
de la vida cotidiana.
Es el momento de tomar ya la rienda de nuestro destino, de
nuestra vida, de aprehender el tiempo y el espacio y manipularlos dentro de
nuestras expectativas. De lo contrario, no deberemos correr hacia el futuro,
porque sencillamente, ya no existirá.
La posición de cada uno en la escala jerárquica s e mide por la capacidad de reducir o hacer desaparecer por completo el espacio de tiempo que separa el deseo de su satisfacción. A su vez, investigadores científicos de la Universidad Furman de Carolina del Sur, han descubierto el síndrome de la aceleración; caracterizado por la intolerancia a cualquier tipo de espera.
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